Mi nombre es Felipe Ángel Bojórquez Espinosa y hace más de 20 años que me dedico a acompañar músicos en el desarrollo de una práctica musical consciente y saludable. La música para mi es un medio de conocimiento y desarrollo personal. Te invito a conocer un poco de mi historia:

Empecé a estudiar música cuando tenía 8 años, tomé mis primeras clases de piano, armonía y solfeo con Turcios Ruíz, gran pianista y profesor de música (y mi primo).

A los 13 años de edad empecé a tocar el saxofón alto, y un año después compré mi primer flauta traversa con mis ahorros (y dejé el saxofón). Comencé mi estudio de manera autodidacta viendo un video de John Coltrane tocando la flauta (que tenía mi papá en la casa). Después de unos meses de practicar con el video, por fin logré encontrar a alguien que me diera clases de flauta pero que en realidad se dedicaba a tocar el saxofón, una profesora llamada Rocío (no recuerdo su apellido). Aprendí mucho musicalmente hablando pero nunca hablamos de las cuestiones posturales y técnicas específicas del instrumento, lo que me llevó a tener que investigar todo eso por mi cuenta.

Cuando cumplí 16 años, entré a la Escuela Nacional de Música de la UNAM y ahí empecé, por primera vez, a estudiar con una persona que se dedicaba a la flauta traversa completamente, el maestro Horacio Puchet Cánepa, con él aprendí a armar la flauta correctamente y empecé a tener nociones de cómo pararme, cómo sentarme y cómo sostener el instrumento.

Un año después me mudé a la ciudad de Xalapa para estudiar con la maestra Natalia Valderrama Ruoy. Natalia, una gran profesora, se dio cuenta inmediatamente de que mis conocimientos musicales superaban por mucho a mis capacidades técnicas, ya que, a pesar de que había estado un año intentando corregir muchos hábitos posturales que había adquirido de mi tiempo imitando a Coltrane, todavía había cosas muy básicas qué tenía que observar y soltar, y consideró que sería mejor para mi tomar clases de tai-chi o yoga, y natación, con la finalidad de desarrollar una mayor compresión de mi postura al tocar. Yo quería tocar lo mejor posible, así que seguí su recomendación y me anoté a las clases de tai-chi, yoga y natación.. Mi profesora de yoga además daba clases de meditación, ahí empecé a practicar meditación, cuando tenía 17 años.

Desde que comencé mi práctica de tai-chi, yoga y meditación, traté siempre de vincular lo que aprendía con mi práctica musical cotidiana, no sólo a nivel “corporal”, sino desde el punto de vista filosófico, me involucré mucho con la filosofía y la meditación taoísta y buscaba la forma de utilizar todo lo que aprendía. Estoy seguro de que eso me ayudó a transitar toda mi carrera sin dolores ni lesiones de ningún tipo.

Cuando cursaba el segundo año de la carrera, empecé a darle clases de contrapunto y de flauta a un par de compañeros que tenían tenían problemas no sólo de dolores y lesiones, sino problemáticas emocionales bastante fuertes relacionadas a la práctica de su instrumento y las materias que cursábamos. Pronto me di cuenta de la enorme satisfacción que me daba poder ayudarlos y ahí me di cuenta de que lo que más amo es enseñar.

Empecé a indagar y pensar en distintas opciones de carrera, que me permitieran dar clases y poder enfrentar las problemáticas que sabía que mucha gente que estudiaba conmigo tenía, así que intenté entrar a la licenciatura en psicología pero por un trámite burocrático no me pude anotar al examen de admisión… y eso me llevó a estudiar medicina tradicional china.

Enfoqué mi trabajo final de la carrera de medicina en la relación del sonido con los 5 elementos y los meridianos energéticos de la acupuntura y, para la bibliografía de esa investigación, encontré un libro de un musicoterapeuta llamado Rolando Benenzon, una autoridad en el tratamiento del autismo y los trastornos psicóticos. Su investigación me fascinó, así que decidí mandarle un correo electrónico contándole un poco sobre mi camino y mis ganas de dedicarme a la salud dentro de la enseñanza musical, sin la esperanza de que me respondiera… y le mandé mi tesis.

Para mi sorpresa, el Dr. Benenzon recibió mi correo, leyó mi tesis y me invitó a irme a Buenos Aires a estudiar con él. Así que me mudé a Buenos Aires a estudiar el magister en musicoterapia Benenzon, enfocada en el acompañamiento de personas con trastornos psicóticos, autismo, alzheimer y pacientes en estado de coma.

En Buenos Aires tuve la enorme fortuna de continuar mi formación como flautista de manera independiente y en la Universidad Nacional de las Artes, con dos profesores que siempre me permitieron explorar libremente todas mis ideas sobre la postura, el equilibrio y mi relación con la flauta y la música, Raúl Becerra y Laura Falcone, mucho de lo que sé y pienso de la flauta (y de la música), se lo debo a sus enseñanzas.

Mientras continuaba con mis estudios de flauta y musicoterapia, conocí la Técnica Alexander. Desde la primer clase que tomé, me di cuenta de que eso era lo que había estado buscando desde el principio, la Técnica Alexander fue lo que me ayudó a “concretar” todo eso que había aprendido en el tai-chi y en la meditación, al terminar la primera clase que tomé, sentí que toda esa información que había estado explorando por tantos años, al fin se hacía tangible, fue la primera vez que sentí en el cuerpo todo eso que hasta ese momento era, para mi, algo más bien filosófico.

Así que decidí inscribirme a la Escuela de Técnica Alexander de Buenos Aires, para certificarme como profesor, bajo la dirección de la profesora Merran Poplar, y actualmente sigo especializándome en la profundización de la enseñanza de la Técnica Alexander con el reconocido profesor Bruce Fertman.

Actualmente soy miembro de las asociaciones de profesores de Técnica Alexander de México y de Argentina, y miembro del consejo directivo de la Red Mexicana de Conservatorios Saludables y mi trabajo se enfoca en el desarrollo del método «Práctica Musical Consciente», con el que acompaño a músicos profesionales (y estudiantes) que desean rendir al máximo nivel, encontrando un camino saludable para su carrera.