¿Para qué podemos los músicos usar la Técnica Alexander? ¿En qué nos beneficia?

Una forma de responder estas preguntas es darse cuenta de que, aunque muchos músicos logran desarrollar una excelente coordinación sin haber aprendido la Técnica, la mayoría no tenemos nuestra mejor coordinación disponible todo el tiempo. Es muy común que hayamos experimentado momentos de genialidad que nos convencen de que podemos tocar mejor de lo que lo hacemos la mayor parte de las veces. Estos destellos, que nos indican que tenemos un mayor potencial del que creíamos, nos mantienen practicando durante horas y horas todos los días, en busca de una coordinación confiable tanto en nuestra práctica diaria como en el escenario. Estamos convencidos de que necesitamos practicar y de que aprenderemos al hacerlo. 

La Técnica Alexander nos ayuda a «aprender cómo aprender», ya que se basa en principios que nos llevan a desarrollar una coordinación confiable en nuestra vida cotidiana y, por supuesto, en nuestra práctica musical. Gracias a esta coordinación, desarrollamos también la capacidad de hacer lo que queremos, de la manera en que elegimos hacerlo.

Existe una creencia generalizada de que el «talento» es lo que marca la diferencia entre simplemente tocar «bien» nuestro instrumento y alcanzar niveles «superiores» de proficiencia. Si analizamos qué es el talento a nivel “técnico”,  podríamos decir que consiste en la habilidad de hacer lo que se requiere en el momento en el que se requiere, es decir, el «talento» es la habilidad de «no interferir» con lo que estamos haciendo para lograr lo que queremos lograr.

La Técnica Alexander nos ayuda a desarrollar una mejor conexión entre cómo nos movemos, en relación a lo que pensamos cuando nos estamos moviendo, es decir, nos ayuda a desarrollar una mejor comunicación entre el pensamiento y el movimiento, y eso nos lleva a entender de forma constructiva cómo funciona nuestra llamada «técnica» instrumental. Podríamos decir que, con la práctica, aprendemos a desarrollar nuestro «talento», al trabajar en las habilidades que esas personas que consideramos «talentosas» tienen de forma aparentemente un poco más intuitiva, porque han logrado no interferir (o interferir menos) con su coordinación.

Lo que hacemos en la vida diaria tiene una gran influencia en la forma en la que realizamos nuestra práctica musical cotidiana, y dado que nuestra educación no está enfocada en que observemos nuestros procesos orgánicos dentro de las actividades cotidianas, sino en lograr objetivos, es muy común que pongamos toda nuestra energía en intentar lograr lo que queremos lograr, pasando por alto lo que está ocurriendo en nuestro organismo mientras estamos intentando lograrlo.

Al sentarnos y levantarnos de una silla, al intentar ponernos “derechos”, cuando queremos tocar “bien” en la clase de instrumento, cuando tomamos el celular para responder un mensaje o para ver las redes sociales, en cada una de nuestras actividades cotidianas estamos usando la totalidad de nuestro organismo, y tenemos la posibilidad de observar cómo lo usamos o de decidir no observarlo y vivir en una especie de “piloto automático”.

También es extremadamente común que asociemos la “relajación” con el acto de colapsarnos, y que esa sea nuestra idea de “descansar” y, por el contrario, cuando llega el momento de tocar nuestro instrumento, existe la idea de que tenemos que sentarnos o pararnos lo más derecho posible, pero siempre con una intención “relajada”, y entonces, si nuestra idea de relajarnos está en realidad asociada a un colapso corporal, ¿cómo nos podemos relajar al mismo tiempo que intentamos tener lo que consideramos “una postura derecha”? Estas dos ideas aparentemente simples, pero contradictorias, nos llevan a generar una gran cantidad de tensión muscular simplemente para mantenernos sentados o parados, ni hablar de lo que ocurre cuando además tenemos que tocar o cantar “bien”.

La Técnica Alexander nos ayuda a comprender que hay una conexión entre nuestra forma de utilizar el cuerpo en la vida cotidiana y nuestra práctica musical, así como a entender que la postura que adoptamos en la vida cotidiana es responsabilidad de algo a lo que llamamos “el uso de nosotros mismos”, un concepto revolucionario que Alexander introdujo al mundo de la educación.

Es muy común que los músicos lleguen a las clases de Técnica Alexander por un malestar o dolor que consideren que está perjudicando su práctica musical y pone en riesgo su trabajo. Este no fue mi caso pero sí podría decir que mucha de la gente que llega a mis clases, llega en busca de aliviar algún dolor. Peter Buckoke, profesor de contrabajo y Técnica Alexander en el Royal College of Music de Londres, nos cuenta su historia en el libro “Alexander Technique for musicians”: “Inicialmente, estaba contento usando la técnica sólo para «aliviar el dolor». Cuando logré liberarme del dolor, gracias al estudio de la Técnica Alexander, disfruté mucho más de tocar, practicar y presentarme en público. Empecé a ver el potencial musical de la aplicación de sus principios como una consecuencia del alivio que estaba experimentando. Mirando hacia atrás, me alegra haber tenido el dolor como estímulo, pues ¡tuve que aprender a cambiar! La recompensa musical fue muy emocionante. Cambié las expectativas que tenía sobre lo que podría lograr musicalmente, y las he estado cambiando desde entonces. Me di cuenta de que no siempre tienes que reaccionar automáticamente en función de tus sentimientos; puedes tomar decisiones conscientes sobre tu interpretación y creatividad. Haciendo memoria, puedo recordar estar en ensayos en los que no me encontraba abierto a las sugerencias musicales de colegas o directores, porque sentía que estaban equivocados; después de las lecciones de Alexander, me convertí en un músico más flexible porque me di cuenta de que podía elegir mi comportamiento de manera consciente

La idea de trabajar en el “uso” que hacemos de nosotros mismos es mucho más profunda y poderosa que la de “corregir nuestra postura” con la finalidad de aliviar un dolor o de tocar mejor. El concepto del “uso” como lo aprendemos en la Técnica Alexander incluye no sólo una cuestión “postural” física, sino que pone en la mesa todo lo que pensamos y que nos ha llevado a adoptar la postura que consideramos que necesitamos corregir. Nos “usamos” cuando elegimos qué comemos, cuando caminamos, cuando discutimos, cuando descansamos, cuando estamos sentados, cuando estamos parados, cuando cantamos, cuando analizamos algo, en cualquier actividad cotidiana nos usamos y cada actividad influye en el uso que tenemos dentro del resto de actividades, cuando pensamos, pensamos con el organismo completo.

El trabajo de Alexander tiene mucho para ofrecer dentro de la práctica musical cotidiana, más allá de lo aparentemente “corporal”. Los principios que aprendemos, nos ayudan a entender y organizar la estructura del tiempo de práctica, incluyendo lo que hacemos cuando tocamos, y lo que hacemos cuando no tocamos. Consideramos el uso del descanso constructivo una herramienta de práctica, a menudo combinada con el uso de la imaginación. Exploramos el desarrollo eficiente de la técnica instrumental y la preparación de piezas para la interpretación. Cuestionamos nuestro uso de la repetición y las cualidades que podemos aportar a ella. Consideramos la influencia de nuestro equilibrio, respiración, visión y audición en nuestra forma de tocar. Analizamos nuestra actitud y cómo lidiar con nuestras expectativas en la práctica. Desarrollamos una conexión entre la forma en que utilizamos nuestra mente y cuerpo en relación con nuestro instrumento y el desarrollo de respuestas musicales. Nos esforzamos por abrir nuestra mente, para disfrutar y mantener la comodidad y la salud mientras nos involucramos en todo lo que necesitamos para desarrollar una interpretación musical consciente, que nos lleve a expresar lo que queremos expresar.

La Técnica Alexander puede ayudarnos a entender las diferencias que hay entre la “práctica” y la “interpretación”. Desarrollamos la capacidad de comunicarnos con nuestros compañeros y el público. A medida que desarrollamos mejor conciencia y capacidad de elección de las respuestas psicofísicas que necesitamos al tocar, mejoramos nuestra habilidad para expresar nuestra verdadera relación con la música.

Los músicos enfrentamos exigencias complejas y muchos de nosotros experimentamos ansiedad escénica. Algunos intérpretes parecen no tener problemas para actuar y mantienen la calma, mientras otros se sienten estresados y entran en crisis que dañan su salud. La forma en la que abordamos esta situación en la Técnica Alexander es llevando la observación a la forma en la que reaccionamos a los estímulos cotidianos. Probablemente estemos de acuerdo en que la música aparentemente compleja, los recitales y las audiciones, no son el problema en realidad; el problema es cómo decidimos responder ante esos estímulos. Cuando nos sentimos ansiosos antes de un concierto, (presumiblemente) no estamos eligiendo conscientemente esa respuesta. El reconocimiento y la comprensión de esto es el comienzo de un camino hacia la recuperación. Si desarrollamos una comprensión profunda de los principios de la Técnica Alexander, podremos encontrar una solución constructiva y consciente que nos lleve a dejar de tener ansiedad escénica.

Ningún músico en su sano juicio dañaría su instrumento todos los días, esperando que funcione correctamente, pero algunos de nosotros utilizamos nuestro organismo de manera destructiva, esperando que siga permitiéndonos lograr nuestros objetivos a lo largo de toda la vida. Estudiar la Técnica Alexander puede mejorar nuestro “uso” y prepararnos para una carrera larga, exitosa y saludable. 

Quizás el mayor regalo de la Técnica Alexander es cómo nos permite estar profundamente presentes e involucrados en cada actividad de la vida cotidiana, desarrollando así la posibilidad de elegir los caminos que queremos tomar, a cada momento, tomando la responsabilidad de nuestra salud, progreso y bienestar psicofísico