¿Qué lleva a las personas a utilizarse a sí mismas de forma destructiva, causando así tanto malestar en sus vidas?

Podemos fácilmente hacer una larga lista de desencadenantes: la educación, la civilización, la vida moderna, el estrés, la religión, la falta de religión, la vida familiar, la falta de vida familiar… potencialmente, cada cosa puede ser un desencadenante de nuestra “mala utilización”.

Hablando sobre sus descubrimientos en su libro «El uso de sí mismo», F. M. Alexander explica cómo se centró en un desencadenante fundamental. Se dio cuenta de que sus problemas vocales surgieron debido a la forma en la que intentaba lograr sus intenciones y metas, es decir, los objetivos que tenía y la forma en la que intentaba alcanzarlos. Llamó a este fenómeno «persecución de objetivos”.

Para simplificar, diremos que la “persecución de objetivos” consiste en elegir metas poco saludables o perseguir metas valiosas de manera poco saludable.

El hábito de perseguir objetivos es tan común e insidioso, que la mayoría no nos damos cuenta de que lo hacemos todo el tiempo, podríamos decir que es “el origen de los hábitos”. Los negocios, la política, la medicina, el arte, la vida cotidiana, las relaciones personales, todos los aspectos de nuestra vida, están sujetos a los estragos del pensamiento y comportamiento de nuestra «persecución de objetivos».

El político realmente quiere ser elegido. Hace promesas que sabe que no puede cumplir y logra la elección. Habrá crisis, conflictos, decepciones, un presupuesto desorganizado, manifestaciones, violencia pública. El político persigue sus objetivos, y los resultados están a la vista de todos.

Nuestro pianista quiere tocar fuerte, al menos tan fuerte como ese otro pianista, que considera un ejemplo a seguir. Sus intenciones lo llevan a esforzarse al máximo, y comienza a sufrir del síndrome del túnel carpiano. La persecución de sus objetivos le lleva a usarse de forma destructiva, debido a que persigue un objetivo poco saludable, de manera poco saludable.

La “persecución de objetivos” no es necesariamente una cuestión de vida o muerte. Pequeñas cosas en nuestra rutina diaria también pueden manifestar este principio.

Ahora bien, establecer metas no es lo mismo que perseguir nuestros objetivos. Ser humano es tener metas. Ser feliz y saludable puede estar relacionado con visualizar metas valiosas de manera inteligente. Pero sólo podemos alcanzar estas metas valiosas si dejamos de perseguirlas a toda costa.

Y aquí hemos llegado a otro de los útiles descubrimientos de Alexander: para cambiar la forma en que nos usamos a nosotros mismos, lo importante no es lo que hacemos, sino lo que dejamos de hacer. Esta es la piedra angular de la Técnica Alexander, y la llamaremos «no-hacer» o “inhibir”.

La persecución de objetivos es la causa del uso destructivo, y el «no-hacer» es la solución. Pero de eso hablaremos en otro capítulo.

Bibliografía utilizada como referencia:
  • «The Alexander Technique, a skill for life», Pedro de Alcántara
  • «Indirect procedeurs», Pedro de Alcántara