Si hay un ruido muy fuerte cerca de nosotros que no esperamos (y a veces incluso cuando lo esperamos), respondemos automáticamente con un patrón llamado “reflejo de sobresalto”. El médico y profesor de Técnica Alexander, Frank Pierce Jones, describe el patrón como notablemente regular; continúa diciendo: «Comienza con un parpadeo de ojos; luego la cabeza se lanza hacia adelante; los hombros se levantan y los brazos se tensan; los músculos abdominales se acortan; la respiración se detiene y las rodillas se flexionan. El patrón permite variaciones menores, pero sus características principales son las mismas«.

Podemos hablar de tres tipos “básicos” de reflejo de sobresalto, que pueden evolucionar en patrones más complejos.

Debido a que el reflejo de sobresalto es breve e inesperado, es difícil de observar y aún más difícil de controlar. Su principal interés radica en el hecho de que es un modelo de otros patrones de respuesta más lentos.

Reflejo de sobresalto clásico

Si nos sorprendemos por un ruido muy fuerte, entramos en una secuencia de respuestas reflejas: parpadeamos, inhalamos y aguantamos la respiración, levantamos los hombros mientras echamos la cabeza hacia atrás y hacia abajo en el espacio, apretamos los músculos abdominales y flexionamos las rodillas. Se liberan sustancias químicas en el cuerpo que aceleran el ritmo cardíaco y hacen que nuestra respiración se reinicie más rápido y sea más superficial. En esta condición, somos temporalmente más fuertes y estamos en un estado de “hiperalerta”. Esto es una buena noticia si tenemos que escapar de un edificio en llamas, pero es mala noticia si tenemos que tocar un concierto, hablar en público, presentar un examen o audición.

Reflejo de sobresalto de inicio lento

Cuando anticipamos cualquier actividad con miedo a lo que podría salir mal, desarrollamos ansiedad y la vinculamos a esa actividad. Los síntomas de la ansiedad son prácticamente idénticos al reflejo de sobresalto, pero generalmente se presentan de forma más gradual. Nos ponemos demasiado excitados con la adrenalina durante un período de tiempo; los síntomas hacen que nuestra coordinación y organización se vuelva prácticamente imposible de lograr. 

Sin embargo, si logramos notar el inicio del patrón, podemos evitar su pleno desarrollo e incluso revertirlo.

Reflejo de sobresalto crónico

Si nos sentimos constantemente bajo presión, podemos desarrollar un estado de reflejo de sobresalto continuo. Esto nos hace sentir carentes de confianza. mantenemos a menudo la cabeza hacia atrás en el espacio y tensamos excesivamente la parte posterior del cuello. Restringimos la respiración y llevamos esa tensión al pensamiento y todo el organismo, lo cual limita nuestro movimiento libre y nuestra coordinación.

El miedo, la ansiedad, la fatiga y el dolor nos llevan comúnmente a reaccionar con patrones similares, vistos y estudiados dentro del reflejo de sobresalto.

En todos ellos hay un acortamiento de los músculos del cuello que desplaza la cabeza hacia atrás y abajo, y que generalmente va seguido de algún tipo de respuesta de flexión, de modo que el cuerpo se contrae en un espacio ligeramente más pequeño a su tamaño real.

Prevención del reflejo

Cuando Alexander encontró la forma de evitar el desplazamiento de su cabeza en relación a la columna, descubrió una clave para empezar a resolver sus problemas. Observó que tenía un patrón de jalar la cabeza hacia atrás y hacia abajo en relación con la columna vertebral, lo cual ejercía presión sobre su laringe e interfería con su respiración. Hizo una conexión brillante cuando se dio cuenta de esto. Estaba notando el “reflejo de sobresalto”. Al principio, pensó que solo tenía esta “versión del reflejo de sobresalto” durante sus actuaciones, pero al observar más detenidamente se dio cuenta de que tenía una versión más leve de este patrón todo el tiempo.

La actividad de hacer música requiere una coordinación de refinamiento excepcional. El cerebro consciente y pensante por sí solo realiza una labor de coordinación muy deficiente; el cerebro subconsciente y los sistemas nerviosos sensoriales la organizan de manera mucho más eficiente. El trabajo que hacemos en las clases está enfocado en el pensamiento (usando la imaginación), por lo que podemos decir que su resultado “corporal” es indirecto. No se trata de hacer ningún tipo de esfuerzo “nuevo” para movernos, sino de movernos  “dejando de hacer esfuerzos que ya no necesitamos”. Por ejemplo, cuando hacemos los procedimientos relacionados al movimiento ondulatorio de la columna, lo que buscamos es permitir el equilibrio de la cabeza a través de los reflejos musculares subconsciente, en lugar de organizarlo directamente tratando de encontrar la posición correcta (búsqueda que nos lleva generalmente a apretar el cuello para dejar la cabeza fija), y no llegaremos muy lejos si nos esforzamos demasiado para encontrar la libertad (o al menos la libertad de movimiento).

Para nuestra práctica, la “posición” ideal de la cabeza es aquella en la que el cráneo se está reequilibrando continuamente, esto es una respuesta refleja. Logramos esta relación de movimiento más fácilmente cuando nos sentimos en calma y con un cierto grado de “seguridad”; esto se debe a que cualquier sensación de miedo ante la inseguridad, nos llevará al patrón de sobre salto, que comienza justamente con la “fijación” del cráneo, evitando su reorganización.

Nuestra cabeza se reequilibra varias veces por segundo, a menos que detengamos el proceso al crear tensión que fija su relación con el resto del cuerpo (y la columna, principalmente). Nuestro organismo no está diseñado para permanecer estático ni para encontrar una “posición correcta” y mantenerse inmóvil ahí. El nombre que Alexander eligió para esta relación fue “Control Primario”. Es «Primario» porque es de suma importancia para el funcionamiento de todo nuestro organismo y porque es la primera relación en responder a un estímulo. «Control», en este contexto, se refiere a la forma en que la cabeza se reorganiza continuamente en la parte superior de la columna vertebral, facilitando la organización de otras respuestas precisas en todo el cuerpo. El control que buscamos proviene de movimientos fáciles y fluidos; estamos permitiendo que algo suceda, no haciéndolo suceder. Algunas personas describen este fino equilibrio de la cabeza como «movimiento interno«.

Alexander notó que tendemos a vivir la vida refiriéndonos a nuestras experiencias previas. Si nos han dicho, que pensemos en nuestra «postura» y que intentemos mejorarla sentándonos o parándonos rectos, esa idea de lo que es “recto” será nuestra referencia base para adoptar una postura que consideramos como correcta.

El trabajo de Alexander es una forma diferente de ver eso a lo que llamamos “postura». Incluyendo no solo el movimiento y el equilibrio, sino también nuestro estado emocional como parte de la organización postural. La cualidad equilibrada, integrada y suave que buscamos se vuelve el resultado indirecto de aplicar los «principios» de Alexander a la vida cotidiana. 

La idea de poner la cabeza en la posición correcta en la parte superior del cuerpo es un malentendido común y un ejemplo de lo que Alexander llamaba «persecución de objetivos» (esforzarse mucho por lograr conseguir hacer algo bien). 

Cuando hablamos de “buena postura”, lo que buscamos es un reequilibrio constante que nos permita tener la coordinación, organización y presencia necesaria para llevar a cabo cualquier actividad que necesitemos hacer con suavidad y con el menor esfuerzo posible, ya sea lavar los platos, levantarnos y sentarnos de una silla, tocar un instrumento musical, cantar, hacer una postura de yoga, sentarnos a meditar, etc.

Bibliografía utilizada como referencia:

  1. F. P. Jones, John Hanson y Florence Gray, “Sobresalto como paradigma de mala postura”, Perceptual and Motor Skills, 19 (1964), pp. 21-2.
  2. F. P. Jones, “Organización de la conciencia”, Sheldrake Press, Londres, 1967.
  3. Judith Kleinman & Peter Buckoke, “Alexander Technique for musicians”, Londres, 2013.