El origen de la Técnica Alexander
TÉCNICA ALEXANDER
Frederick Matthias Alexander (1869 – 1955), el mayor de ocho hermanos, nació en Wynyard, la costa noroeste de Tasmania (Asutralia).
Desde muy pequeño tuvo problemas de salud relacionados con las vías respiratorias. Durante su juventud tuvo un problema que le impedía realizar su trabajo como actor: tendía a perder la voz durante sus presentaciones en público. Los doctores que visitó no pudieron ayudarlo, así que decidió investigar y aprender qué era lo que estaba haciendo que lo llevaba a perder la voz.
Durante su exploración hizo descubrimientos que no solo lo llevaron a encontrar la solución a sus problemas vocales, sino que se dio cuenta de que estos descubrimientos eran útiles en muchas situaciones de la vida cotidiana y se convirtieron en los principios de su método.
Cualquiera puede relacionarse con el desarrollo de su historia y, en cierta medida, todos podemos seguir el camino que él siguió.
Alexander mostraba un gran potencial como actor, pero sus problemas vocales alcanzaron un punto crítico a principios de sus veintes, cuando su carrera despegaba. A pesar de haber tomado clases de actuación y elocución con profesores destacados, empezó a experimentar ronquera en sus actuaciones, por lo que consultó a un médico. Su médico lo examinó, no encontró patología alguna, le aseguró que simplemente había sobreutilizado su voz y le aconsejó descansar. La voz de Alexander estaba bien al inicio de su siguiente actuación, pero pronto volvieron los problemas y para el final del espectáculo apenas podía hablar. Se sentía muy ansioso por el futuro de su carrera.
Reflexionó sobre su situación y razonó que debía estar haciendo algo en su actuación que estaba tensionando su voz, algo que no hacía en otros momentos. Regresó al médico para pedirle su opinión profesional; le pidió que lo observase mientras hablaba y recitaba, con la intención de identificar qué estaba haciendo. El médico le dijo algo muy significativo: "No puedo ver el problema". Alexander aceptó que estaba creando su problema vocal al hacer algo que parecía normal, incluso para un experto médico. El médico admitió que no podía ayudar a Alexander más allá de eso.
Alexander regresó a casa con la intención de resolver el problema mediante la autoobservación y experimentación. Al principio, al igual que el médico, no podía ver nada inusual. Con la práctica, Alexander comenzó a notar algunas cosas que hacía, como tensar los pies en el suelo. Después de un tiempo, comenzó a darse cuenta de que tenía una tendencia a tensar los músculos en la parte posterior de su cuello al recitar. (Esto es una reacción ante situaciones que nos ocasionan estrés o miedo, también conocido como parte del "patrón de sobresalto").
Pasó un tiempo antes de que lograra descubrir cómo podía evitar la tensión innecesaria del cuello y notó que cuando lograba evitar este hábito, su voz se tensaba menos y su respiración se volvía más libre. Había descubierto la primera pieza del rompecabezas de su Técnica, el "Control Primario".
La forma en que la cabeza se relaciona con la columna tiene un efecto en la coordinación en general, pero en ese momento estaba viendo el efecto particular en su mecanismo vocal. A medida que continuaba trabajando de esta manera, su voz se volvía más fiable y vio claramente que la forma en que usaba su cuerpo afectaba su funcionamiento; esto se convirtió en algo central en su pensamiento y en uno de sus Principios: "El Uso Afecta el Funcionamiento".
Al intentar evitar varios de los hábitos que observó, se dio cuenta de que la situación era más compleja de lo que pensaba. Notó que reorganizar su cabeza lo hacía sentir más ligero y con más energía. Sin embargo, si se involucraba profundamente en su recitación, volvía a sus hábitos, que ahora también incluían levantar el pecho y estrechar la espalda, restringiendo su respiración y presionando su laringe. Esto se cristalizó en otro Principio, la "Unidad Psicofísica"; la mente, el cuerpo y las emociones son entidades interdependientes que funcionan en una unidad indivisible.
Ahora necesitaba encontrar una manera de evitar que su cabeza fuera atrás y abajo, para permitir que su espalda se alargara y ensanchara y su laringe permaneciera equilibrada y flexible, incluso cuando estaba profundamente involucrado en cualquier actividad.
Notó que el cuerpo no funcionaba en secciones, sino como una unidad mente-cuerpo. Se dio cuenta de que no funcionaba concentrarse en pequeñas secciones de su cuerpo, por ejemplo, solo en sus órganos vocales. Vio claramente que su nueva forma de trabajar era más efectiva cuando consideraba su Yo Total.
A veces, para su sorpresa, notó (mirándose en unos espejos) que no estaba haciendo lo que sentía que estaba haciendo. Este fue un descubrimiento muy significativo y una parte esencial de su comprensión de su problema. Para entonces, había notado que tenía el mismo patrón de tensión en su habla cotidiana que en su voz de actuación. No podía confiar en la retroalimentación de su sistema nervioso sensorial para decirle lo que estaba haciendo. Su comprensión de esta condición se convirtió en otro Principio de la Técnica, la "Apreciación Sensorial Defectuosa". (Todos tenemos la posibilidad de tener una apreciación sensorial poco confiable, incluso si solo se trata de cosas como pensar que estamos escuchando un unísono cuando en realidad es una octava).
Se dio cuenta, en el espejo, de que su determinación de hacer algo nuevo no era suficiente para lograr el cambio de manera efectiva porque su antiguo hábito era más fuerte que su nueva intención. Se dio cuenta de que tenía que ser muy específico sobre el patrón muscular que necesitaba detener. Esto lo vio como una piedra angular de su Técnica: lo llamó "Inhibición". Descubrió que detener el antiguo patrón tenía que ser una prioridad continua, hasta que el viejo hábito se debilitara lo suficiente como para que el nuevo patrón estuviera disponible sin la interferencia del antiguo. Cuando logró implementar la Inhibición, encontró que estaba logrando un progreso significativo.
Esta realización, de que la determinación o intentar con fuerza hacer algo diferente no lograba el objetivo que buscaba, lo llevó a considerar la influencia de su estado emocional y su actitud hacia el habla. Se dio cuenta de que no podía elegir su estado emocional, pero sí podía elegir su forma de pensar, y eso tenía un enorme efecto en sus emociones y coordinación. Esto tomó forma en su concepto de "Persecución de objetivos", que veía como el hábito que tenemos de intentar lograr algo a toda costa. Su estrategia alternativa era encontrar los mejores medios que eventualmente lo llevarían a su objetivo previsto.
Alexander descubrió una forma de acelerar el proceso de cambio, a esta nueva idea la llamó "Dirección". Había descubierto que no servía de nada intentar poner su cabeza "en el lugar correcto" de forma directa; en lugar de intentar, necesitaba acceder de alguna manera al reflejo que existe en nosotros, permitiendo que la dirección ocurra sola. Esta capacidad de dirigirnos a nosotros mismos es algo que tenemos de forma innata y natural, y que vamos perdiendo mientras vamos creciendo y aprendiendo hábitos que nos intentan enseñar "cómo hacer las cosas bien". Descubrió que si dirigía el movimiento o la liberación de una parte determinada de su cuerpo, deseando que sucediera, su intención tenía un efecto sutil que aceleraba el cambio. Así que ahora tenía dos aliados: la Inhibición y la Dirección, ambos trabajando contra sus hábitos destructivos.
Encontró importante no "intentar que el cambio ocurriera mediante el esfuerzo", considerando que este era un enfoque negativo que describió como "Hacer". En cambio, utilizó la "Inhibición" y la "Dirección" para permitir a su cabeza a equilibrarse; se refirió a su nuevo enfoque como "No-hacer". Estaba permitiendo que los cambios ocurrieran en lugar de forzarlos. Encontró que esto funcionaba a un nivel reflexivo muy sutil. Estaba descubriendo los medios por los cuales podría lograr mejor su objetivo. Descubrió que, si dirigía a lo largo de la actividad, su coordinación y respiración mejoraban y su conciencia sensorial se volvía más fiable, su movimiento se volvía lleno de equilibrio y ligereza, su actuación era admirada, se hizo conocido por su voz resonante.
Su viaje incluyó la autoaceptación en el camino hacia el desarrollo personal. Tuvo que reconocer hábitos profundamente arraigados y abordar su cambio con paciencia y perseverancia.
Su fama, tanto de actor como de profesor, continuó creciendo, y hacia 1895 atendía una floreciente consulta en Melbourne. Al principio, sus alumnos provenían principalmente del mundo del arte dramático. Sin embargo, cuando los médicos locales tuvieron noticia de su trabajo, comenzaron a enviarle pacientes, que muy pronto superaron en número a los que procedían del teatro.
En 1899, Alexander se trasladó a Sidney. Su reputación le había precedido y no tardó en verse inundado de trabajo. Aunque, en términos generales, la comunidad médica tenía ciertas reservas en relación a su trabajo, el célebre cirujano J. W. Steward McKay quedó convencido con su método y le sugirió trasladarse a Londres para obtener el reconocimiento que su trabajo merecía.
Alexander se embarcó hacia Londres en abril de 1904, después de realizar una gran gira de despedida en la que representó Hamlet y El mercader de Venecia con una compañía compuesta casi exclusivamente por alumnos llegados a él por recomendación médica.
En Londres, su consulta creció rápidamente, y pronto llegó a ser conocido como "el protector del teatro de Londres". Muchos de los actores y actrices más celebrados de la época tomaron clases con él. A medida que su trabajo alcanzaba mayor difusión, tuvo que enfrentarse a los que trataban de copiarlo y a fin de anticiparse a posibles plagios, en 1910 publicó su primer libro, "La herencia suprema del hombre", cuyo tema describió él mismo como "la gran fase en el desarrollo del hombre en la que éste pasa del control subconsciente al control consciente de mente y cuerpo". El libro fue muy bien acogido y siguió reeditándose durante toda la vida de Alexander.
El estallido de la guerra en 1914 provocó un descenso inmediato en el número de alumnos. Alexander sabía que si no continuaba enseñando perdería la habilidad y la comprensión que tan laboriosamente había alcanzado, de modo que decidió trasladarse a los Estados Unidos para seguir trabajando ahí. Durante los diez años siguientes repartió su tiempo entre los Estados Unidos y Gran Bretaña, pasando medio año en cada país, y tomó un ayudante a cada lado del océano para responder a la demanda de clases.
Entre las dos guerras mundiales, el trabajo de Alexander alcanzó cada vez mayor difusión y reconocimiento. Además de sus numerosos alumnos, contaba también con partidarios influyentes, como William Temple, el Arzobispo de Canterbury, Sir Stafford Cripps, Esther Lawrence, del Instituto Froebel, George Bernard Shaw y Aldous Huxley.
En 1923 se publicó su segundo libro, "Control consciente y constructivo del individuo", con un prólogo de John Dewey, el filósofo norteamericano de la educación, quien se convirtió en uno de los más ardientes y constantes defensores de la Técnica Alexander. Dewey escribió que la obra de Alexander contenía "la promesa y el potencial de la nueva dirección que es necesaria en toda educación". Al igual que Dewey, Alexander creía que la educación era la clave de la evolución social, y en 1924 fundó en su estudio de Londres la primera escuela basada en sus principios.
Dirigida por Irene Tasker, una profesora que había trabajado con María Montessori, la escuela acogía a niños de tres a ocho años y, aunque en ella se seguía un programa escolar normal, su principal interés consistía en enseñar a los niños a desarrollar "Uso correcto de sí mismos". Al cabo de diez años, Tasker emigró a Sudáfrica y la escuela, bajo la dirección de Margaret Goldie, se trasladó al campo. En 1940, debido a la Segunda Guerra Mundial, la escuela fue evacuada a los Estados Unidos, y los intentos de restablecerla en Inglaterra después de la guerra fracasaron.
Hacía muchos años que a Alexander le insistían para que estableciera un sistema formal de enseñanza para formar profesores de su técnica. En un principio no se animó, ya que antes quería asegurarse de que había la suficiente demanda de su trabajo y, sobre todo, de que sería capaz de formar profesores del más alto nivel.
En su opinión, los que quisieran dedicarse a enseñar su trabajo tenían que estar preparados para aplicar los principios y procedimientos de la técnica a su propio Uso en las actividades cotidianas antes de intentar enseñar a otros a hacer lo mismo.
Su tercer libro, "El Uso de sí mismo", vio la luz en 1932 y en él se propuso describir el procedimiento por el que había desarrollado la técnica. Nueve años más tarde apareció su última obra, "La constante universal de la vida", consistente en una serie de artículos sobre el concepto de Uso, en los cuales Alexander subrayaba especialmente los efectos perjudiciales de todos los sistemas de ejercicios y "educación física" que no tuvieran en cuenta la unidad de mente y cuerpo.
Poco después de terminada la guerra, sus partidarios en Sudáfrica intentaron reemplazar los métodos de educación física que allí se practicaban por un sistema basado en las ideas de Alexander. Esto originó un ataque contra Alexander y su obra por parte del doctor Ernst Jokl, director del Comité Sudafricano de Educación Física.
Durante un enconado proceso legal que duró cuatro años, Alexander vio alzarse contra él a muchos miembros de la profesión médica. Dos hombres sumamente influyentes, no obstante, declararon en favor de la validez científica de sus trabajos: Sir. Charles Sherrington, un neurofisiólogo distinguido con el premio Nobel, y el profesor Raymond Dart, el gran anatomista y antropólogo australiano.
Alexander ganó finalmente el proceso en 1948, aunque un grave ataque que le paralizó la mitad izquierda del cuerpo le impidió asistir al juicio. En su lucha por la recuperación, aplicó los principios que él mismo había descubierto. Anciano ya, y privado de casi todas sus fuerzas, tuvo que confiar más que nunca en el poder de la pura instrucción, y sus alumnos de entonces aseguran que jamás enseñó mejor que en los cinco años que precedieron a su muerte.
Durante esos años continuó refinando su método, al tiempo que mantenía su consulta particular y supervisaba el trabajo de los profesores que le ayudaban. Murió el 10 de octubre de 1955 tras una breve enfermedad.
El logro de Alexander fue inmenso. Por sí solo, elaboró un método simple, práctico e innovador para el estudio y la resolución de un problema concreto, y con ello estableció una manera revolucionaria de ver el funcionamiento humano.
Ciertamente, puedo asegurar que Alexander es uno de los pensadores más subestimados del siglo xx. Este hecho puede explicarse por dos razones principales. Una de ellas se refiere al propio carácter de Alexander, y la segunda al recelo de las instituciones médicas y educativas.
Alexander llegó a una comprensión clara de algunas verdades básicas sobre lo que implica ser humano y encontró que la raíz de nuestros problemas no radica en lo que nos pasa, sino en la forma en la que reaccionamos ante ello, y desarrolló una forma de ayudarnos a elegir cómo reaccionamos ante lo que sucede en nuestras vidas, de forma consciente en lugar de automática.
Esto nos ayuda a desarrollar la posibilidad de estar presentes, ser creativos y espontáneos, en lugar de vivir, practicar y actuar de manera “predeterminada” y basada en las ideas que tenemos sobre lo que "es correcto".
La Técnica Alexander nos ayuda tener una observación profunda de nuestras reacciones, a enfrentar nuestros miedos, y a fomentar una gran flexibilidad de pensamiento y movimiento (o mente y cuerpo), su método nos ayuda a desarrollar la capacidad de elegir cómo queremos reaccionar ante los estímulos de la vida cotidiana, y es en esa decisión en donde radica nuestra verdadera libertad.
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