La inhibición o "no-hacer"
TÉCNICA ALEXANDER
Felipe Bojórquez Espinosa
El peligro de perseguir nuestras metas de forma automática
Establecer metas es algo esencial en nuestras vidas. La salud, la carrera, las relaciones personales, e incluso nuestros días y semanas, están influenciados por las metas que nos proponemos y la forma en que las perseguimos. Este proceso puede suceder a nivel consciente, pero también puede ocurrir a nivel subconsciente, automático y poco reflexivo.
Un ejemplo sencillo de una meta valiosa podría ser: “Quiero llegar a tiempo con mi repertorio para tocar bien en el examen”. Pero, ¿qué sucede si nos obsesionamos con una frase que no nos sale como queremos?
Si empezamos a ponernos nerviosos, frustrarnos por los imprevistos y enojarnos con las personas o cosas que parecen impedirnos llegar a preparados, podemos terminar haciendo algo incómodo o incluso perjudicial. De hecho, es muy probable que, al obsesionarnos tanto, terminemos odiando el repertorio y pensando cosas que perjudican nuestra autoestima.
Nuestra meta valiosa se convierte entonces en una fuente de estrés y en un esfuerzo destructivo, propagando consecuencias no solo para nosotros, sino también para nuestro entorno.
Si convertimos la persecución de objetivos en un hábito, nos hacemos daño. Esta propagación de efectos negativos nunca se detiene: si actuamos desde la ansiedad, nuestro entorno también se ve afectado.
Cómo el “no-hacer” transforma nuestra forma de alcanzar metas
Ahora bien, ¿qué sucede si cambiamos el enfoque? Supongamos que decidimos mantener nuestra meta (“llegar bien preparado para el examen”) pero decidimos no hacer nada que sabotee nuestro objetivo. ¿Cómo lo logramos? Dejamos perseguirlo desesperadamente.
Lo mejor es tomar una distancia de esa meta y, más importante aún, de nuestro deseo de alcanzarla. Esa distancia mental nos permite aclarar nuestros pensamientos, mantener la atención y tomar decisiones más prácticas y constructivas que nos ayuden a alcanzar la meta de forma efectiva.
Las metas, los objetivos y los deseos son tanto vitales como fatales. Se convierten en fatales cuando los perseguimos de forma desenfrenada, pero son vitales cuando conseguimos esa distancia para lograrlos de manera saludable. Paradójicamente, dejar de perseguir un objetivo puede ser la mejor forma de alcanzarlo.
F. M. Alexander hablaba mucho del concepto de “no-hacer” y su importancia fundamental. Lo que propone es que, al ponernos una meta, primero debemos inhibir nuestro impulso de perseguirla de inmediato.
Inhibir, en este caso, no significa suprimir nuestras emociones, sino frenar las reacciones automáticas que nos llevan a actuar impulsivamente. Al hacer esto, podemos organizar nuestras energías, ver el camino con más claridad y, si aún estamos interesados, proceder con acción de manera consciente.
Enfrentamos el estímulo, inhibimos nuestra reacción y, con ello, somos capaces de elegir el camino adecuado. A medida que practicamos este proceso, vamos desarrollando la habilidad de observar y decidir nuestras reacciones, incluso en situaciones de presión, como cuando estamos tocando una pieza musical frente a un público exigente.
Aquí, la capacidad de inhibir nuestras reacciones nos permite actuar de forma más efectiva y alcanzar nuestras metas de forma muco más saludable.
Bibliografía utilizada como referencia:
«The Alexander Technique, a skill for life», Pedro de Alcántara
«Indirect procedeurs», Pedro de Alcántara
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