El uso consciente: la Técnica Alexander como herramienta para nuestro bienestar
TÉCNICA ALEXANDER
Felipe Bojórquez Espinosa
El principio del uso consciente de nosotros mismos
En el primer capítulo de su libro La constante universal de la vida (1941), titulado La influencia constante de la forma de uso en el bienestar o la enfermedad, F. M. Alexander plantea una reflexión esencial: “Hasta ahora, pocos de nosotros hemos prestado atención a la cuestión de hasta qué punto somos responsables individualmente de los males que heredamos; esto se debe a que no nos hemos dado cuenta del modo defectuoso y a menudo dañino con el que nos usamos a nosotros mismos en nuestras actividades cotidianas e incluso durante el sueño, o de la mala dirección, exceso de tensión y desperdicio de energía que sufrimos gracias a este uso defectuoso. Generalmente damos por sentado que somos capaces de hacer el mejor uso de nosotros mismos en nuestro trabajo y en cualquier otra actividad que realicemos”.
Este planteamiento pone en evidencia que el uso que hacemos de nuestro propio cuerpo es, a menudo, ineficiente y perjudicial para nuestra salud, pero rara vez somos conscientes de ello. La mayoría de las personas ignoran cómo nuestras acciones cotidianas, incluso las más automáticas, afectan nuestro bienestar, lo que conduce a una falsa percepción de eficacia en nuestro uso corporal.
Nuestra responsabilidad individual
La responsabilidad individual de nuestros problemas está en el fundamento mismo del trabajo de Alexander. Él mismo explica varias veces a lo largo de sus libros que nunca se había responsabilizado del uso que hacía de sí mismo. En lugar de utilizar su capacidad de elección, había estado haciendo siempre lo que “le parecía bien”. Nunca había cuestionado ese uso no razonado, hasta que sus hábitos empezaron a afectar su funcionamiento al punto que se vio en peligro de tener que abandonar su profesión como actor. Entonces, cuando decidió investigar una manera nueva de tener distintas posibilidades de acción sobre sus actividades, se enfrentó a la casi inseparable fuerza de sus hábitos.
A este respecto, Walter Carrington comenta sobre el proceso de descubrimiento de Alexander:
“Sus experimentos le llevaron a estudiar procesos de cuya naturaleza sabía muy poco, y de los que nadie, en verdad, sabe mucho todavía. Aún hoy, el organismo humano considerado como un todo sigue siendo territorio en buena parte desconocido por lo que a la observación experimental se refiere. La naturaleza de la relación entre mente y cuerpo aún está por determinar. La relación precisa entre los que denominamos aspectos voluntarios e involuntarios de la conducta humana sigue siendo desconocida, y aunque actualmente sabemos bastante más de lo que se sabía en los primeros tiempos de Alexander sobre la estructura y el funcionamiento del sistema nervioso, la naturaleza exacta de los procesos de la voluntad y el deseo, de la opción y la selección de una respuesta, del pensar y el sentir, y de todos los demás procesos llamados mentales de los que somos subjetivamente conscientes sigue siendo en gran medida un misterio.
Fue el reconocimiento de esta situación lo que condujo a Alexander, para solventar sus necesidades descriptivas, a elegir términos al mismo tiempo tan sencillos y tan libres de connotaciones como fuera posible. Alexander advirtió que la línea fronteriza entre lo voluntario y lo involuntario era demasiado confusa para prestarse a una distinción tajante”.
Este reconocimiento de lo desconocido es lo que llevó a Alexander a desarrollar una metodología consciente para mejorar el uso que hacía de sí mismo. Se dio cuenta de que no solo era posible elegir cómo usar su cuerpo, sino que esa capacidad de elección podía tener un impacto profundo en su bienestar. Esta comprensión fue el núcleo de su técnica.
De la elección a la acción
En su libro El uso de sí mismo, Alexander profundiza en cómo las decisiones que tomamos sobre el uso de nuestro cuerpo afectan todos los aspectos de nuestra vida. Dichas decisiones —en especial, las que tienen que ver con nuestra postura, nuestros movimientos y lo que pensamos— determinan nuestra calidad de vida. Argumentó que el uso de uno mismo es crucial, ya que afecta directamente a nuestra salud física, mental y emocional. Si no somos conscientes de cómo nos usamos, las consecuencias a largo plazo pueden ser muy perjudiciales.
Alexander llamó a esta capacidad de decisión como “la herencia suprema del hombre”, ya que entendió que el modo en que elegimos usar nuestro cuerpo repercute en todos los niveles de nuestro funcionamiento. La habilidad de elegir el uso de uno mismo puede determinar, en gran medida, el éxito o el fracaso de nuestras acciones y, por ende, nuestra calidad de vida.
El uso destructivo y sus consecuencias
Los efectos de un uso defectuoso tienden a ser pasados por alto debido a que, en general, no produce consecuencias graves observables inmediatamente. Además suelen ser más fáciles de observar en nuestro estado físico, es por eso que muchas veces se piensa que la Técnica Alexander es una técnica que tiene que ver con la llamada “postura”.
Algunas de las dolencias más comunes relacionadas con el uso defectuoso en nuestros tiempos son: dolor de espalda, dolores de cabeza, cansancio crónico, dolores en las articulaciones, etc. A estas dolencias se les llama habitualmente como “trastornos funcionales” o “problemas psicosomáticos”.
El doctor Wilfred Barlow, conocido médico y profesor de Técnica Alexander demostró que el uso defectuoso suele ser uno de los factores principales que causan toda clase de dolencias como los reumatismos, dolor de espalda, artritis, trastornos respiratorios, hipertensión, fatiga, alteraciones gastrointestinales, jaquecas y algunos problemas sexuales.
El tratamiento del Dr. Barlow se dirigió siempre hacia el uso global del organismo, y no hacia un síntoma específico. Barlow subrayó también la importancia de la Técnica Alexander para sustituir por un enfoque preventivo la orientación médica hacia la curación de la enfermedad. Sin duda alguna, una mayor vitalidad siempre mejora la salud emocional de todos. Sin embargo, la importancia del uso en el funcionamiento emocional es bastante más profunda.
Hábitos emocionales y tensión muscular
Existen por lo menos dos factores importantes para mencionar cuando hablamos de los patrones de coordinación relacionados con los hábitos llamados “emocionales”.
El primer factor, que ha sido estudiado a profundidad por psicólogos reichianos, bioenergetistas y de la gestalt, se refiere a la relación que hay entre traumas y trastornos emocionales -sobre todo en la primera infancia- con la formación de bloqueos energéticos.
Esto quiere decir que ciertas reacciones frente a sucesos perturbadores, nos provocan un desequilibrio determinado en el cuerpo. Tendemos a conservar una especie de recuerdo muscular de una experiencia traumática determinada. Este recuerdo muscular, con el tiempo, se vuelve parte de nuestro uso global. La negativa de hacerse responsable de nuestro propio uso asegura la permanencia de tal recuerdo.
El segundo factor fue señalado por el Dr. Barlow en “El principio de Alexander”, en donde dijo lo siguiente: “muchas posturas habituales no representan la expresión inmediata de una emoción, sino que más bien constituyen una posición, a partir de la cual son posibles ciertas acciones y emociones”. En pocas palabras, ciertas actitudes como la depresión o la alegría, sólo son posibles en presencia de ciertas configuraciones de la musculatura. Barlow añade también que estas configuraciones no se originan necesariamente como respuestas abiertamente emocionales, sino, por ejemplo, por la forma en la que usamos nuestro cuerpo en situaciones de trabajo repetidas:
“El oficinista, el encargado de la cinta transportadora, el camionero, la mamá inclinada sobre su bebé, el dentista, el pianista, todos ellos desempeñan su ocupación durante tanto tiempo que, a la larga, se mantendrán parcialmente contraídos incluso cuando no se encuentren sometidos a la presión real de su trabajo. Esa tensión residual puede no ser consciente, pero a la larga se mantiene durante casi todo el tiempo. La adición de sus diversas actitudes temporales termina hallando expresión en una postura o en un limitado repertorio de posturas, que llegan a dominar el carácter de la persona. A fuerza de pequeños detalles, de una forma al principio sutil, nos convertimos en esclavos de nuestro pasado.”
La Técnica Alexander moviliza un proceso cada vez más profundo de descubrimiento y cambio personal. La organización de nuestras acciones (físicas, emocionales e intelectuales) es sumamente compleja y a veces no tenemos en cuenta que podemos elegir la manera en la que las utilizamos.
Uno de los objetivos del trabajo de Alexander fue el de crear las condiciones necesarias para un funcionamiento organizado de tal manera que cada parte de nuestro organismo realice su propio trabajo en armonía y sin interferencia.
Nosotros mismos somos nuestro principal instrumento en la vida, la manera en la que nos usamos es elección nuestra.
Bibliografía utilizada como referencia:
F. M. Alexander, The Universal Constant in Living, Nueva York: E. P. Dutton, 1941
Walter Carrington, The F. Matthias Alexander Technique: a Means for Understanding Man, Systematics, 1963
Michael Gelb, Body learning: an introduction to the Alexander Technique, Aurum, 1981
Wilfred Barlow, The Alexander Principle, Londres: Arrow Books, 1975
Judit Kleinman & Peter Buckoke, The Alexander Technique for musicians, Bloomsbury, 2013
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