Tenemos tendencia a separar los diferentes aspectos de nuestras vidas. En una caja ponemos cosas que consideramos físicas: el cuerpo, el movimiento, la postura, la tensión y la relajación. En una segunda caja, ponemos todo lo que consideramos psicológico: el estado de ánimo, las emociones, los sentimientos, las opiniones y las suposiciones. Y en una tercera caja, ponemos todo lo que parece ser energético: símbolos, metáforas y conceptos espirituales que trascienden nuestra existencia diaria. Esto determina muchos de nuestros comportamientos. Por ejemplo, recurrimos a la fisioterapia para tratar lo físico, a la psicoterapia para tratar lo psicológico y a las terapias holísticas para tratar lo energético.

Sin embargo, la separación entre lo físico, lo psicológico y lo energético es ilusoria y potencialmente limitante. En gran parte de lo que hacemos en nuestras vidas diarias como músicos, tendemos a aferrarnos a estas separaciones ilusorias. Por ejemplo, definimos la técnica como el medio físico para concretar una concepción musical. Pero, ¿no entran en juego la mente y la energía? Muchas veces buscamos las respuestas a nuestras problemáticas dentro de la práctica musical, separando cada una según su origen: físico, mental, emocional, pedagógico, social, etc… El problema es que al clasificar las causas de las problemáticas de esta manera, también se tienen que establecer soluciones separadas. ¿Funcionará una solución para algún problema si separamos el cuerpo por un lado y el pensamiento por otro?

Para entender los principios de la Técnica Alexander, es útil mirar hacia atrás y ver lo que F.M. Alexander se propuso hacer. Él describió su viaje detalladamente en el primer capítulo de El Uso de Sí Mismo, el tercero de sus cuatro libros. El etólogo Nikolaas Tinbergen, ganador del Premio Nobel de Fisiología o Medicina de 1973, dedicó parte de su discurso de aceptación del premio a Alexander y su trabajo. La historia de Alexander, escribió Tinbergen, «de perceptividad, inteligencia y persistencia, demostrada por un hombre sin entrenamiento médico, es una de las verdaderas epopeyas de la investigación y práctica médicas».

Alexander nació en 1869 en Tasmania, una isla al sur de Australia. Un joven prometedor, esperaba seguir una carrera como actor profesional. Su gran pasión era Shakespeare, que recitaba en dramáticas representaciones populares en aquel entonces. A pesar de su talento, su temprano éxito teatral fue amenazado por un recurrente problema vocal. En el escenario, Alexander tendía a ponerse ronco, a veces incluso a perder la voz. Buscó asesoramiento médico y le dijeron que descansara su voz. Aunque este remedio protegía su voz mientras se abstenía de usarla, no evitaba que la ronquera regresara una vez que volvía a recitar en el escenario. Alexander entonces recibió la recomendación de someterse a una cirugía. El diagnóstico que recibió fue que su úvula era demasiado larga, pero el cirujano no garantizaba que la operación solucionaría sus problemas vocales.

Descansar la voz es sensato si se usa demasiado. Una operación es igualmente sensata si hay un problema estructural en algún lugar del mecanismo vocal. Sin embargo, Alexander sospechaba que sus problemas vocales no se debían ni al uso excesivo de su voz, ni a un defecto del mecanismo vocal en sí mismo. Conjeturó que la fuente de sus dificultades era la forma en que realmente usaba su voz. La mayoría de las personas habrían persistido con la cura del descanso o aceptado someterse a una cirugía, sin atreverse a contradecir la opinión de un médico. El enfoque rebelde de Alexander fue su primer golpe de genialidad. Es como si dijera: «Tengo que descubrirlo por mí mismo». Y su segundo golpe de genialidad fue intuir que la fuente de su problema no era su anatomía, sino su forma de hablar y declamar.

Es como si hubiera dicho: «Quizás estoy haciendo algo mal». 

Las problemáticas mecánicas existen en todos nosotros y la lista es larga. A veces es posible y necesario abordar estas problemáticas directamente, es decir, mediante medios mecánicos que incluyen la cirugía. Sin embargo, a menudo el problema real no está en nuestros instrumentos físicos sino en lo que hacemos con ellos. Para entender mejor la comprensión de causa y efecto de Alexander en la pérdida de su voz, recurrimos a sus propias palabras: 

«Cuando comencé mi investigación, yo, como la mayoría de las personas, concebía el «cuerpo» y la «mente» como partes separadas del mismo organismo, y por lo tanto creía que los males humanos, las dificultades y las deficiencias podrían clasificarse como «mentales» o «físicas» y tratarse en líneas específicamente «mentales» o específicamente «físicas». 

Alexander continúa diciendo que pronto abandonó este punto de vista, afirmando que sus experiencias lo llevaron a creer que es «imposible separar los procesos «mentales» y «físicos» en cualquier forma de actividad humana».

El punto de partida de la Técnica Alexander es la conexión siempre presente entre cuerpo y mente, más que su conexión, su inseparabilidad misma.

Consciente de cómo las palabras influyen en nuestras creencias y comportamientos, Alexander evitaba usar términos como «mecánica corporal» o «complejos mentales». En su lugar, se refería al organismo psicofísico humano en su totalidad como el yo. En el uso de Alexander, la palabra es una forma simple y abreviada de referirse a la persona completa. Alexander hablaba sobre el uso del yo y cómo el yo reacciona y funciona.

Imagínate en una situación concreta: caminando por la calle, tocando un instrumento musical, practicando yoga, etc…  En cualquier actividad de la vida, cada parte de nuestro organismo está siempre presente, ya sea que la parte juegue un papel pasivo o activo. No podemos movernos sin antes emitir una orden desde nuestro cerebro a los músculos a través de los nervios (lo que implica involucrar nuestro pensamiento). El cuerpo y la mente actúan juntos, al mismo tiempo, siempre, ya sea que lo hagan de manera eficiente o no.

La integridad de tu ser significa que todo tu cuerpo, de la cabeza a los pies, desempeña un papel en cada una de tus actividades. Diferentes partes juegan diferentes roles: algunos más pasivos, otros más activos, algunos muy importantes, otros menos. Para el músico integrado, todo el cuerpo es un instrumento vivo.

Aquí hay una sugerencia práctica. Cada vez que sientas la tentación de hablar sobre la forma en que usas tu cuerpo, mejor habla sobre cómo te usas a ti mismo, por ejemplo: «¿Cómo sería mejor usar mi mano cuando estoy tocando esta sonata?” o, quise decir, “¿cómo sería mejor usarme mi mismo cuando estoy tocando esta sonata?»

Volviendo a los problemas vocales de Alexander, la causa de su ronquera en el escenario no fue la forma en que mal utilizaba su voz, sino la forma en que se usaba a sí mismo al hablar. En «El Uso de Sí Mismo», Alexander recuerda que, al declamar, juntaba su cabeza hacia atrás y hacia abajo, deprimía su laringe, acortaba su torso y tensaba sus piernas y pies. Para eliminar su problema vocal, no fue suficiente para él cambiar el uso de su voz: tuvo que cambiar la coordinación de todo su ser, es decir, la forma en que se usaba a sí mismo.

A medida que aprendía cada vez más sobre cómo se usaba y mal usaba a sí mismo, Alexander tuvo una gran revelación que lo cambió todo. Se dio cuenta de que estos malos usos aparentemente físicos eran el resultado directo de lo que deseaba hacer cuando hablaba y declamaba, es decir, sus intenciones, sus objetivos, su estética. No era posible hacer cambios físicos en su coordinación sin cambiar, ajustar o abandonar esas intenciones que desencadenaban los gestos habituales.

El uso constructivo de nuestro organismo requiere que empecemos a pensarnos como una unidad indivisible, en la que cada pensamiento y cada movimiento interactúan para generar la actividad necesaria para lograr nuestros objetivos. Para convertirnos en músicos integrados y saludables, no es necesario tener una mayor conciencia del cuerpo o cantar y tocar de manera más físicamente relajada. Es necesario reunir todas nuestras capacidades en un todo equilibrado, en el que las partes del cuerpo estén interconectadas, el cuerpo y la mente estén interconectados, nuestro organismo y nuestro instrumento estén interconectados… y  nuestra unidad psicofísica y la música se conviertan en una sola cosa.

Bibliografía utilizada como referencia:
  • Wilfred Barlow, Ethology and Stress Disease
  • Pedro de Alcántara, The Alexander Technique, a skill for life
  • Pedro de Alcántara, Indirect procedeurs
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