En el primer capítulo (La influencia constante de la forma de uso en el bienestar o la enfermedad) de su libro «La constante universal de la vida» (1941), F. M. Alexander nos dice: “Hasta ahora, pocos de nosotros hemos prestado atención a la cuestión de hasta qué punto somos responsables individualmente de los males que heredamos; esto se debe a que no nos hemos dado cuenta del modo defectuoso y a menudo dañino con el que nos usamos a nosotros mismos en nuestras actividades cotidianas e incluso durante el sueño, o de la mala dirección, exceso de tensión y desperdicio de energía que sufrimos gracias a este uso defectuoso. Generalmente damos por sentado que somos capaces de hacer el mejor uso de nosotros mismos en nuestro trabajo y en cualquier otra actividad que realicemos.i

La responsabilidad individual de nuestros problemas está en el fundamento mismo del trabajo de Alexander. Él mismo explica varias veces a lo largo de sus libros que nunca se había responsabilizado del uso que hacía de sí mismo. En lugar de utilizar su capacidad de elección, había estado haciendo siempre lo que “le parecía bien”. Nunca había cuestionado ese uso no razonado, hasta que sus hábitos empezaron a afectar su funcionamiento al punto que se vio en peligro de tener que abandonar su profesión como actor. Entonces, cuando decidió investigar una manera nueva de tener distintas posibilidades de acción sobre sus actividades, se enfrentó a la casi inseparable fuerza de sus hábitos.

A este respecto, Walter Carrington comenta:

Sus experimentos le llevaron a estudiar procesos de cuya naturaleza sabía muy poco, y de los que nadie, en verdad, sabe mucho todavía. Aún hoy, el organismo humano considerado como un todo sigue siendo territorio en buena parte desconocido por lo que a la observación experimental se refiere. La naturaleza de la relación entre mente y cuerpo aún está por determinar. La relación precisa entre los que denominamos aspectos voluntarios e involuntarios de la conducta humana sigue siendo desconocida, y aunque actualmente sabemos bastante más de lo que se sabía en los primeros tiempos de Alexander sobre la estructura y el funcionamiento del sistema nervioso, la naturaleza exacta de los procesos de la voluntad y el deseo, de la opción y la selección de una respuesta, del pensar y el sentir, y de todos los demás procesos llamados mentales de los que somos subjetivamente conscientes sigue siendo en gran medida un misterio.

Fue el reconocimiento de esta situación lo que condujo a Alexander, para solventar sus necesidades descriptivas, a elegir términos al mismo tiempo tan sencillos y tan libres de connotaciones como fuera posible. Alexander advirtió que la línea fronteriza entre lo voluntario y lo involuntario era demasiado confusa para prestarse a una distinción tajante”.ii

Después de muchos años de investigar, Alexander descubrió que podía elegir entre algunas opciones, como la de hablar o no hablar. Esta capacidad de opción le permitió determinar, hasta cierto punto, la calidad de las acciones elegidas por él. Así llegó a entender que esa capacidad de elección tenía un potencial mucho más grande de lo que él estaba utilizando.

En su capítulo sobre “La evolución de una técnica”, de su libro “El uso de sí mismo”, Alexander advierte que las opciones que hacía respecto al uso de su organismo eran fundamentales, debido a que afectaban de manera directa su funcionamiento general y, por lo tanto, influían en todas las demás opciones que tenía de reaccionar.

En su libro “El cuerpo recobrado”, Michael Gelb da la siguiente descripción del concepto del término “Uso”:

El concepto de Uso tiene la misma importancia básica que los de «herencia» o «medio ambiente». Generalmente, la herencia se considera como el factor que fija nuestro potencial, y el medio ambiente como el que determina hasta qué punto se puede actualizar dicho potencial. Pero para completar esta imagen es necesario el concepto de Uso. Veamos, por ejemplo, el caso de un hombre que bebe demasiado. Su problema puede deberse a diversas influencias hereditarias y ambientales. Es posible que, con el tiempo, ese hombre se dé cuenta de que la bebida le produce un efecto perjudicial y, en consecuencia, decida dejarla. Aunque quizá le resulte imposible optar sencillamente por no beber más, el potencial para esa opción existe. Puede buscar ayuda en la hipnosis, la quimioterapia, el psicoanálisis o el confinamiento voluntario. Sin embargo, es interesante observar que la forma de tratamiento que presenta mayores probabilidades de éxito, la ofrecida por Alcohólicos Anónimos, intenta poner al individuo en contacto con su propio sentido de la responsabilidad y la integridad, dándole el apoyo necesario para que sea capaz de enfrentarse a los hechos y utilizar su capacidad de opción.

Alexander llamó a esta capacidad de opción «la herencia suprema del hombre», pues percibió que la forma en que la utilizamos repercute en todos los niveles de nuestro funcionamiento. Alexander descubrió que podía usarse de distintas maneras, y que algunas de esas maneras eran mejores que otras en cuanto al funcionamiento. Todos sabemos que la forma de manejar una herramienta determina su eficacia. Un cincel utilizado como destornillador no sólo será ineficaz, sino que resultará dañado. La analogía con la forma en que nosotros mismos nos utilizamos es limitada, porque somos una herramienta de gran complejidad. Pero lo cierto es que, para bien o para mal, consciente o inconscientemente, nos estamos utilizando todo el tiempoiii

Los efectos de un uso defectuoso tienden a ser pasados por alto debido a que, en general, el uso defectuoso no produce consecuencias graves observables inmediatamente.

Los efectos del uso defectuoso suelen ser más fáciles de observar en nuestro estado físico, es por eso que muchas veces se piensa que la Técnica Alexander es una técnica que tiene que ver con la llamada “postura”. Algunas de las dolencias más comunes relacionadas con el uso defectuoso en nuestros tiempos son: dolor de espalda, dolores de cabeza, cansancio crónico, dolores en las articulaciones, etc. A estas dolencias se les llama habitualmente como “trastornos funcionales” o “problemas psicosomáticos”. Estos problemas son tratados generalmente con distintos tipos de medicamentos o terapias y, si esos recursos no funcionan, es común que los pacientes sean mandados con un psicólogo o un psiquiatra para investigar si su problema es más bien emocional o psicológico.

El doctor Wilfred Barlow, conocido médico y profesor de Técnica Alexander descubrió que el uso defectuoso suele ser uno de los factores principales que causan toda clase de dolencias como los reumatismos, dolor de espalda, artritis, trastornos respiratorios, hipertensión, fatiga, alteraciones gastrointestinales, jaquecas y algunos problemas sexuales. El tratamiento del Dr. Barlow se dirigió siempre hacia el uso global, y no hacia un síntoma específico. Barlow subrayó también la importancia de la Técnica Alexander para sustituir por un enfoque preventivo la orientación médica hacia la curación de la enfermedad.

Sin duda alguna, mayor vitalidad siempre mejora la salud emocional de todos. Sin embargo, la importancia del uso en el funcionamiento emocionales bastante más profunda.

A este respecto, el escritor Aldous Huxley, alumno de Alexander afirma que: “si en primer lugar se enseña a un individuo a ser consciente de su organismo físico, y luego a usarlo tal como por su diseño debe ser usado, a menudo se logra cambiar toda su actitud ante la vida y curar sus tendencias neuróticas”.

Existen por lo menos dos factores importantes para mencionar cuando hablamos de los patrones de coordinación relacionados con los hábitos llamados “emocionales”.

El primer factor, que ha sido estudiado a profundidad por psicólogos reichianos, bioenergetistas y de la gestalt, se refiere a la relación que hay entre traumas y trastornos emocionales -sobre todo en la primera infancia- con la formación de bloqueos energéticos. Esto quiere decir que ciertas reacciones frente a sucesos perturbadores, nos provocan un desequilibrio determinado en el cuerpo. Tendemos a conservar una especie de recuerdo muscular de una experiencia traumática determinada. Este recuerdo muscular, con el tiempo, se vuelve parte de nuestro uso global. La negativa de hacerse responsable de nuestro propio uso asegura la permanencia de tal recuerdo.

El segundo factor fue señalado por el Dr. Barlow en “El principio de Alexander”, en donde dijo lo siguiente: muchas posturas habituales no representan la expresión inmediata de una emoción, sino que más bien constituyen una posición, a partir de la cual son posibles ciertas acciones y emociones. En pocas palabras, ciertas actitudes como la depresión o la alegría, sólo son posibles en presencia de ciertas configuraciones de la musculatura. Barlow añade también que estas configuraciones no se originan necesariamente como respuestas abiertamente emocionales, sino, por ejemplo, por la forma en la que usamos nuestro cuerpo en situaciones de trabajo repetidas:

El oficinista, el encargado de la cinta transportadora, el camionero, la mamá inclinada sobre su bebé, el dentista, el pianista, todos ellos desempeñan su ocupación durante tanto tiempo que, a la larga, se mantendrán parcialmente contraídos incluso cuando no se encuentren sometidos a la presión real de su trabajo. Esa tensión residual puede no ser consciente, pero a la larga se mantiene durante casi todo el tiempo. La adición de sus diversas actitudes temporales termina hallando expresión en una postura o en un limitado repertorio de posturas, que llegan a dominar el carácter de la persona. A fuerza de pequeños detalles, de una forma al principio sutil, nos convertimos en esclavos de nuestro pasado.iv

La Técnica Alexander moviliza un proceso cada vez más profundo de descubrimiento y cambio personal. La organización de nuestras acciones (físicas, emocionales e intelectuales) es sumamente compleja y a veces no tenemos en cuenta que podemos elegir la manera en la que las utilizamos.

Uno de los objetivos del trabajo de Alexander fue el de crear las condiciones necesarias para un funcionamiento organizado de tal manera que cada parte de nuestro organismo realice su propio trabajo en armonía y sin interferencia. Nosotros mismos somos nuestro principal instrumento en la vida, la manera en la que nos usamos es elección nuestra.

Bibliografía utilizada como referencia:
  • F. M. Alexander, The Universal Constant in Living, Nueva York: E. P. Dutton, 1941
  • Walter Carrington, The F. Matthias Alexander Technique: a Means for Understanding Man, Systematics, 1963
  • Michael Gelb, Body learning: an introduction to the Alexander Technique, Aurum, 1981
  • Wilfred Barlow, The Alexander Principle, Londres: Arrow Books, 1975
  • Judit Kleinman & Peter Buckoke, The Alexander Technique for musicians, Bloomsbury, 2013

i F. M. Alexander, The Universal Constant in Living, Nueva York: E. P. Dutton, 1941

ii Walter Carrington, The F. Matthias Alexander Technique: a Means for Understanding Man, Systematics, 1963

iii Michael Gelb, Body learning: an introduction to the Alexander Technique, Aurum, 1981

iv Wilfred Barlow, The Alexander Principie, Londres: Arrow Books, 1975