Nuestra reacción muscular ante la ansiedad
NEUROCIENCIA Y ANATOMÍATÉCNICA ALEXANDER
Felipe Bojórquez Espiniosa
De la respuesta automática a la coordinación consciente
Si un ruido muy fuerte nos sorprende (y a veces incluso cuando lo esperamos), respondemos automáticamente con un patrón llamado “reflejo de sobresalto”. El médico y profesor Técnica Alexander, Frank Pierce Jones, describe este patrón como notablemente regular. Él dice: “Comienza con un parpadeo de ojos; luego la cabeza se lanza hacia adelante; los hombros se levantan y los brazos se tensan; los músculos abdominales se acortan; la respiración se detiene y las rodillas se flexionan. El patrón permite variaciones menores, pero sus características principales son las mismas”.
Podemos hablar de tres tipos básicos de reflejo de sobresalto, que pueden evolucionar en patrones más complejos.
Dado que el reflejo de sobresalto es breve e inesperado, es difícil de observar y aún más difícil de controlar. Su principal interés radica en que sirve como modelo para otros patrones de respuesta más lentos.
Reflejo de sobresalto clásico
Cuando nos sorprendemos por un ruido fuerte, entramos en una secuencia de respuestas reflejas: parpadeamos, inhalamos y aguantamos la respiración, levantamos los hombros y echamos la cabeza hacia atrás y hacia abajo, apretamos los músculos abdominales, flexionamos y juntamos las rodillas. También liberamos sustancias químicas que aceleran nuestro ritmo cardíaco y hacen que nuestra respiración se vuelva rápida y superficial.
En este estado, somos temporalmente más fuertes y estamos en “hiperalerta”. Esto es útil si necesitamos escapar de un peligro, pero no lo es tanto si tenemos que tocar un concierto, concursar en una audición o presentar un examen.
Reflejo de sobresalto de inicio lento
Cuando anticipamos una actividad con miedo a lo que podría salir mal, desarrollamos ansiedad, que se vincula a dicha actividad. Los síntomas físicos de la ansiedad son prácticamente idénticos a los del reflejo de sobresalto en un principio, pero suelen presentarse de forma más gradual. En este tipo de patrón también segregamos adrenalina, nuestro ritmo cardíaco se acelera y nuestra respiración se vuelve corta y superficial.
Sin embargo, si logramos notar el inicio del patrón, podemos evitar su desarrollo completo e incluso revertirlo.
Reflejo de sobresalto crónico
Si vivimos constantemente bajo presión y estrés, podemos desarrollar un estado de reflejo de sobresalto continuo. Esto nos hace sentir mucha inseguridad. Tendemos a mantener la cabeza hacia atrás y abajo en relación a nuestra columna, y a tensar excesivamente la parte posterior del cuello. Este estado de alerta constante nos lleva a restringir nuestra respiración y a generar un exceso de tensión tanto en el pensamiento como el cuerpo, limitando nuestra coordinación y libertad de movimiento..
El miedo, la ansiedad, la fatiga y el dolor son factores comunes que nos llevan a reaccionar con patrones similares al reflejo de sobresalto.
En todos estos casos, los músculos del cuello se acortan, desplazando la cabeza hacia atrás y hacia abajo, seguido generalmente de una respuesta de flexión e nel abdomen y rodillas, lo que hace que nuestro cuerpo se contraiga y ocupe menor espacio a su tamaño real.
Prevención del reflejo
Cuando Alexander descubrió cómo evitar el desplazamiento de su cabeza en relación con la columna, halló una clave para resolver sus problemas. Observó que su patrón de tirar la cabeza hacia atrás y hacia abajo ejercía presión sobre su laringe, interfiriendo con su respiración. Hizo una conexión crucial al darse cuenta de que estaba comprimiendo su cuerpo en el espacio. Al principio pensó que solo ocurría durante sus actuaciones, pero luego se dio cuenta de que tenía una versión más leve de ese mismo patrón todo el tiempo y en todas sus actividades cotidianas.
La actividad de hacer música requiere una coordinación excepcional. La parte consciente de nuestro cerebro realiza una labor de coordinación muy deficiente por sí sola, mientras que la parte subconsciente y los reflejos musculares, la organizan de forma mucho más eficientemente.
El trabajo en mis clases se enfoca en desarrollo consciente de un vínculo profundo entre el pensamiento y el movimiento, utilizando la imaginación como principal herramienta, por lo que podemos decir que su resultado “corporal” es indirecto. No se trata de hacer un esfuerzo “nuevo” para movernos, sino de “dejar de hacer esfuerzos innecesarios” que ya estamos haciendo sin darnos cuenta. Por ejemplo, cuando trabajamos en el movimiento ondulatorio de la columna, buscamos permitir el equilibrio de la cabeza a través de los reflejos musculares, en lugar de organizarlo de forma directa tratando de encontrar la “posición correcta”, lo que nos llevaría a hacer tensión innecesaria con la finalidad de "fijar la cabeza" en un lugar determinado. No lograremos gran cosa si nos esforzamos demasiado para encontrar la libertad de movimiento.
En nuestra práctica, la “posición” ideal de la cabeza es aquella en la que el cráneo se reequilibra continuamente; esto es una respuesta refleja que no se puede lograr "haciendo algo", se logra "dejando de hacer". Y también es importante saber que logramos esta relación de movimiento más fácilmente cuando estamos en calma y sentimos cierto grado de “seguridad”. La sensación de inseguridad nos lleva al patrón de sobresalto, que comienza precisamente con la “fijación” del cráneo, evitando su reorganización.
Nuestra cabeza se reequilibra varias veces por segundo, a menos que creamos tensión que detenga el proceso, fijando su relación con el resto del cuerpo (y principalmente con la columna). Nuestro organismo no está diseñado para permanecer estático ni para encontrar una “posición correcta” y mantenerla inmóvil.
El Control Primario
El nombre que Alexander dio a esta relación dinámica fue “Control Primario”. Es “Primario” porque es esencial para el funcionamiento de todo el organismo y porque es la primera relación corporal que responde ante cualquier estímulo de la vida cotidiana. Con “Control” se refiere a cómo la cabeza se reorganiza continuamente en la parte superior de la columna vertebral, facilitando la organización de otras respuestas coordinadas y organizadas a lo largo de todo el cuerpo. El control que buscamos proviene de movimientos fáciles y fluidos, y de la libertad que nos genera "soltar", en lugar de intentar utilizar la tensión que genera nuestra idea de "esfuerzo". Algunas personas describen este fino equilibrio de la cabeza como “movimiento interno”.
Alexander notó que tendemos a vivir la vida basándonos en nuestras experiencias previas. Si nos dicen que pensemos en nuestra “postura” y tratemos de mejorarla manteniéndonos rectos, esa idea de lo que es “recto” será nuestra referencia base para adoptar una postura que creemos correcta.
El trabajo de Alexander es una forma diferente de ver lo que llamamos “postura”. Incluye no solo el movimiento y el equilibrio, sino también nuestro estado emocional como parte de la organización postural. La cualidad equilibrada, integrada y suave que buscamos se vuelve el resultado indirecto de aplicar los “principios” de Alexander a la vida cotidiana.
La idea de poner la cabeza en la “posición correcta” es un malentendido común y un ejemplo de lo que Alexander llamaba “persecución de objetivos” (esforzarse demasiado por hacer algo bien).
Cuando hablamos de “buena postura”, lo que buscamos es un reequilibrio constante que nos permita tener la coordinación, organización y presencia necesarias para realizar cualquier actividad con suavidad y el menor esfuerzo posible, ya sea lavar los platos, levantarnos y sentarnos en una silla, tocar un instrumento musical, cantar, hacer una postura de yoga, meditar, etc.
Bibliografía utilizada como referencia:
F. P. Jones, John Hanson y Florence Gray, “Sobresalto como paradigma de mala postura”, Perceptual and Motor Skills, 19 (1964), pp. 21-2.
F. P. Jones, “Organización de la conciencia”, Sheldrake Press, Londres, 1967.
Judith Kleinman & Peter Buckoke, “Alexander Technique for musicians”, Londres, 2013.

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