El poder de los hábitos en el aprendizaje musical
TÉCNICA ALEXANDEREDUCACIÓN
Felipe Bojórquez Espinosa
El poder de los hábitos en el aprendizaje musical
Desde nuestros primeros días de vida, demostramos una capacidad extraordinaria para aprender. Como bebés, interactuamos con el mundo sin recibir instrucciones formales, explorando, experimentando y repitiendo aquello que nos resulta divertido o satisfactorio.
Estos primeros aprendizajes no solo moldean nuestras habilidades cognitivas y motoras, sino que también establecen patrones que pueden permanecer con nosotros durante toda la vida.
¿Cuánto de lo que heredamos es genético y cuánto es producto de la imitación de conductas observadas en nuestro entorno? La imitación de gestos, respiraciones, formas de hablar y de relacionarnos constituyen hábitos tempranos que influyen en la manera en que aprendemos y nos desenvolvemos en el mundo a lo largo de toda nuestra vida.
Al observar el desarrollo infantil, resulta evidente que el aprendizaje es rápido y flexible. Las habilidades se adquieren de manera progresiva y se ajustan constantemente a medida que perfeccionamos nuestra coordinación y comprensión del entorno. La disposición a equivocarnos y a repetir intentos sin miedo al error favorece un aprendizaje natural y fluido.
Sin embargo, a medida que crecemos y nos enfrentamos a la presión de “hacer las cosas bien”, esta capacidad disminuye, demostrando que la apertura al error es un componente esencial para aprender con rapidez y profundidad.
La naturaleza de nuestros hábitos
Un hábito puede definirse como un patrón de comportamiento que desarrollamos a lo largo del tiempo, a menudo repetido automáticamente y en gran parte de manera subconsciente. Estos patrones pueden ser útiles, pero también limitantes, e incluso perjudiciales. Cambiar hábitos puede resultar complejo, especialmente si no contamos con una motivación consciente para hacerlo.
Con la finalidad de reeducar nuestros reacciones habituales, F. M. Alexander nos invita a considerar nuestro “Uso”: la forma en que nuestra mente y nuestro cuerpo interactúan y afectan el funcionamiento de nuestro organismo.
Existe una seguridad inherente en la familiaridad; repetir patrones conocidos nos da confianza, incluso cuando estos son negativos. El desafío consiste en reconocer y cuestionar estas conductas, comprendiendo que el simple deseo de cambio no siempre es suficiente para modificar un hábito profundamente arraigado. La Técnica Alexander nos ofrece un marco para observar, evaluar y transformar nuestros hábitos de manera consciente, trabajando con nuestro pensamiento y movimiento de forma simultánea.
Libre albedrío y elección consciente
El libre albedrío se manifiesta cuando comprendemos que podemos elegir entre diferentes cursos de acción ante cualquier estímulo de la vida cotidiana. Esta capacidad nos permite inhibir respuestas automáticas e impulsivas y cultivar decisiones más conscientes.
Incluso en la infancia, experimentamos este poder de elección: decidir entre comer un dulce de inmediato o esperar nos enseña a discernir entre impulso y decisión deliberada. Este reconocimiento de elección consciente es fundamental para la autogestión de nuestros hábitos y la mejora de nuestras habilidades, tanto en la vida diaria como en disciplinas artísticas como la música.
La diferencia entre hábito y habilidad
Cada habilidad que adquirimos —tocar un instrumento, montar en bicicleta o aprender un idioma— se construye sobre hábitos funcionales.
Cuando practicamos, ciertos comportamientos se vuelven automáticos, lo que nos permite concentrarnos en niveles más complejos de ejecución. La práctica consciente y la retroalimentación externa facilitan que estos hábitos se transformen en habilidades refinadas, aunque la complacencia puede limitar la mejora continua.
La habilidad no solo implica el dominio técnico de una actividad, sino también un ajuste continuo de nuestro Uso, lo que nos lleva a expandir nuestro campo de atención y nuestra capacidad de coordinación, interacción y expresión.
Hábitos esenciales y unidad psicofísica
Los hábitos esenciales constituyen la base para enfrentar la vida cotidiana de manera eficiente. Sin embargo, el riesgo surge cuando estos patrones se vuelven rígidos y limitan nuestra flexibilidad de acción y pensamiento.
Alexander observó que no solo nuestra coordinación física puede quedar atrapada en hábitos, sino también nuestra actitud mental y emocional. Su concepto de “unidad psicofísica” refleja la interdependencia entre mente y cuerpo: trabajar simultáneamente en ambos niveles permite un aprendizaje más completo y saludable.
La práctica musical, por ejemplo, requiere conciencia de nuestra postura, respiración, equilibrio y movimiento. Ignorar señales corporales de incomodidad o tensión limita nuestra capacidad de aprendizaje y refuerza hábitos nocivos.
Un cuerpo despierto y cómodo potencia la adquisición de habilidades y facilita la expresión artística.
Respuesta emocional y musicalidad
La dimensión emocional es inseparable de la técnica musical. La música existe para transmitir contenido emocional, y la interpretación requiere que nuestros movimientos expresivos estén coordinados con nuestra intención emocional. No obstante, estos patrones pueden volverse automáticos y limitar nuestra espontaneidad.
Alexander consideraba que la conciencia emocional debía integrarse en el enfoque psicofísico, permitiendo respuestas flexibles y auténticas. Interactuar con otros músicos y mantenernos plenamente presentes en cada interpretación amplía nuestras posibilidades expresivas y fortalece nuestra creatividad.
Nuestros hábitos no solo determinan nuestra conducta y habilidades, sino que representan una oportunidad constante de mejora. Observarlos, evaluarlos y transformarlos conscientemente, como propone la Alexander, nos permite:
Refinar habilidades técnicas y expresivas
Mejorar la conciencia corporal y mental
Fortalecer la creatividad y la espontaneidad
Cuando mente y cuerpo trabajan en unidad, la práctica se convierte en un espacio de crecimiento continuo: cada movimiento, cada respiración y cada gesto forman parte de un proceso integral que potencia la expresión, la coordinación y la capacidad de aprendizaje.
Así, los hábitos no solo moldean nuestras habilidades, sino que son un vehículo para desarrollar un Uso más equilibrado, consciente y auténtico de nosotros mismos.
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