La imagen corporal: cómo nuestras creencias afectan nuestra música y bienestar
NEUROCIENCIA Y ANATOMÍA
Felipe Bojórquez
La imagen corporal: un factor clave en la práctica musical
Todos tenemos algunas ideas preconcebidas sobre el cuerpo humano, ideas acumuladas con o sin estudio consciente, que forman nuestra propia imagen corporal. Esta imagen mental no solo influye en la percepción que tenemos de nosotros mismos, sino también en cómo nos movemos y en cómo nos relacionamos con el instrumento que tocamos.
Nuestra imagen corporal está influenciada por nuestra percepción del mundo que nos rodea: la observación de otros, la forma en que las herramientas funcionan, las leyes físicas que rigen nuestro entorno. Al igual que la fuerza de la gravedad afecta la caída de un objeto, nuestra percepción del cuerpo está moldeada por leyes similares de funcionamiento y equilibrio que parecen aplicarse a todo. Sentimos que nosotros mismos estamos sujetos a esas mismas leyes.
Creencias y expectativas: ¿cómo afectan nuestra relación con el instrumento?
Luego están las ideas que se nos presentan a lo largo de nuestro camino de aprendizaje, ya sea en conversaciones informales, libros o consejos de otros músicos: ideas sobre la “postura correcta”, cómo debe moverse el cuerpo al tocar, cómo relajarse para evitar lesiones, entre otras. Absorbemos esta información, a veces sin cuestionarla, y la incorporamos en nuestra imagen corporal.
Antes de tener la oportunidad de estudiar este tema conscientemente, antes de desarrollar nuestra capacidad crítica frente a la información, ya hemos acumulado una vasta colección de ideas sobre el cuerpo. Algunas de estas ideas podrían ser correctas, otras no tanto. Y muchas veces, entre ellas, se cuelan mitos o malentendidos que afectan no solo nuestra técnica musical, sino también nuestra salud. Entonces, surge una pregunta importante: ¿Qué tan relevante es comprender la imagen corporal en el contexto de la música?
Si fuéramos capaces de tener una completa "inocencia" respecto a las imágenes mentales que tenemos sobre nuestros cuerpos, tal vez podríamos tocar sin ninguna interferencia emocional o física. No lo sé con certeza. Lo que sí sé es que las ideas erróneas sobre el cuerpo son peligrosas y tienden a perpetuarse a sí misma. La forma en que nos movemos, cómo nos sentimos mientras tocamos, y las posturas que adoptamos, están gobernadas en gran medida por la imagen corporal que tenemos. Esto afecta la forma en que tocamos, en la manera en que nos sentimos físicamente mientras interpretamos, y en cómo percibimos la música que estamos produciendo.
Cómo nuestras creencias afectan nuestra percepción física
La imagen corporal está vinculada a nuestra capacidad de aprendizaje y a la forma en que experimentamos el momento presente. Los movimientos que van contra la verdadera naturaleza de nuestro cuerpo conducen a un desgaste innecesario y a largo plazo, pueden generar tensiones, dolores y posibles lesiones. Si nuestra imagen corporal contiene información errónea, no solo está dañando nuestra relación con el instrumento, sino también nuestra salud.
En este sentido, es fundamental comprender la diferencia entre la imagen corporal y el esquema corporal, conceptos que, aunque relacionados, tienen implicaciones distintas. Mientras que el esquema corporal es más inconsciente y está relacionado con las sensaciones de nuestro cuerpo en movimiento, la imagen corporal es nuestra percepción más consciente de nuestro cuerpo: cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo creemos que los demás nos perciben. En el caso de los músicos, esto influye profundamente en cómo nos posicionamos frente al instrumento, cómo manejamos nuestro cuerpo al tocar y en cómo nuestra presencia en el escenario.
A lo largo de nuestra vida, estas creencias se almacenan en diversas partes de nuestro cerebro, especialmente en las áreas vinculadas con el recuerdo y la memoria motriz. Esas creencias son tan tangibles como las células de nuestro cerebro, ya que se almacenan en las interconexiones físicas entre las neuronas, y se actualizan con nuevas experiencias y aprendizajes. De hecho, muchas de nuestras percepciones sobre el cuerpo, cómo nos movemos, qué tan relajados estamos o qué tan eficientes somos tocando, están profundamente influenciadas por nuestras creencias aprendidas.
Creencias y actitudes
Para entender cómo esto funciona, es necesario conocer un poco sobre cómo se organiza el cerebro. Nuestra corteza cerebral, que es la capa más externa y avanzada de nuestro cerebro, está especializada en procesar funciones como la visión, el movimiento y la planificación. En los músicos, las áreas del cerebro relacionadas con el movimiento y la coordinación son esenciales, y están en constante retroalimentación con el resto del cerebro. Este proceso permite que nuestras creencias y expectativas sobre el cuerpo modifiquen la forma en que interpretamos las señales sensoriales que recibimos mientras tocamos.
El cerebro, en su mayoría, funciona mediante predicciones. Cada vez que tocamos un instrumento, nuestro cerebro compara la información que está recibiendo con las expectativas previas que tiene sobre cómo debe sonar el instrumento, cómo debe sentirse el movimiento, o cómo debemos estar posicionados para producir el mejor sonido. A medida que avanzamos, el cerebro ajusta esas predicciones para hacernos sentir cómodos, pero en muchos casos, nuestras creencias sobre la postura o el movimiento pueden interferir con la realidad, limitando nuestra capacidad de hacer ajustes adecuados.
Esto es lo que hace que la relación entre nuestra imagen corporal y nuestra práctica musical sea tan importante: si nuestra imagen corporal está interferida, la manera en que tocamos también lo estará.
Cómo mejorar nuestra relación con el cuerpo y el instrumento
Para la mayoría, estas creencias se forman durante la adolescencia, cuando el cuerpo está en pleno desarrollo. Al final de esa etapa, esas creencias se solidifican y tienden a ser muy difíciles de cambiar. Sin embargo, como músicos, necesitamos ser conscientes de que estas creencias pueden estar desalineadas con la realidad de nuestro cuerpo. Por ejemplo, aunque hayamos corregido una postura, nuestras creencias sobre cómo debemos vernos o movernos pueden no haber cambiado, y esto puede llevarnos a sentir que aún estamos “en guerra” con nuestro cuerpo.
La clave para superar este desafío radica en desarrollar una habilidad de observación más profunda y honesta en relación a lo que realmente estamos sintiendo mientras tocamos. En ese sentido, las disciplinas de educación somática son extremadamente importantes, primero necesitamos informarnos de forma constructiva y cambiar la forma en la que pensamos “cómo debe ser nuestra postura” y lo que consideramos como “correcto” o “incorrecto”.
No se trata de seguir los estereotipos o las expectativas de cómo debe verse una “postura correcta para tocar”, sino de reeducar nuestra imagen corporal y conectar con las sensaciones que experimentamos mientras tocamos, permitiendo que estas guíen nuestra postura y movimientos de una manera más informada, natural y menos forzada.
Nuestra imagen corporal influye en todo lo que hacemos de formas más profundas de lo que imaginamos. El conocimiento de cómo nuestras creencias sobre el cuerpo afectan nuestra práctica es esencial para evitar tensiones innecesarias y mejorar nuestro rendimiento.
Bibliografía utilizada como referencia:
«The body has a mind of its own», Sandra y Matthew Blakeslee (2008)
“Mind and Muscle, an Owner’s Handbook”, Elizabeth Faith Burchatt (1999)
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