La paradoja del control: Por qué el trabajo indirecto es la verdadera clave de la coordinación
TÉCNICA ALEXANDER
Felipe Bojórquez Espinosa
La paradoja del control: por qué el trabajo indirecto es la clave de la coordinación
Pedro de Alcántara tituló uno de sus libros como Procedimientos indirectos, una descripción perfecta de la esencia de la Técnica Alexander. Es común creer que nuestro proceso de razonamiento es lo que logra coordinar los movimientos al tocar, pero la realidad es distinta: cuando se trata de coordinación, el cerebro consciente hace un trabajo muy pobre. Nuestra capacidad sensorial y el subconsciente son los verdaderos maestros de la organización del movimiento.
Si lo que buscamos es una buena coordinación, forzarnos a "estar atentos" o intentar mantener a toda costa una “postura correcta” no ayudará demasiado. Esto se debe a que la única posibilidad directa que tenemos de activar nuestra musculatura es a través de la contracción. Es decir, cuando “movemos” o “mantenemos fija” alguna parte de nuestro cuerpo a propósito pensando en esforzarnos, generamos tensión muscular para lograrlo; y cuanto más esfuerzo hagamos para alcanzar ese objetivo, mayor será la tensión muscular producida.
Es por eso que el trabajo de la Técnica Alexander tiene un enfoque indirecto: no buscamos conseguir la “postura correcta” ni lograr la “coordinación perfecta” por medios directos, sino que aprendemos a facilitar el trabajo de los reflejos musculares que permiten la libertad de movimiento para que esa postura y coordinación ocurran por sí solas.
¿Existe la “coordinación ideal”?
La buena coordinación ocurre cuando nuestra cabeza se reequilibra constantemente sobre nuestra columna, permitiendo así el funcionamiento constructivo de nuestro Control Primario; esto sucede como una respuesta refleja cuando aprendemos a soltar (y lo practicamos). Esta actividad tiene mejores posibilidades de funcionar cuando nos sentimos en calma, con confianza y felices de realizar la actividad que estamos realizando. La mayoría de las veces, cuando intentamos conseguir una "postura correcta", lo que logramos en realidad es generar una tensión que “fija” la cabeza en un lugar específico e impide el proceso de reequilibrio.
El nombre que Alexander eligió para esta relación (Control Primario) nos da una idea de su importancia: es la primera relación músculo-esquelética que responde ante cualquier estímulo. Por lo tanto, es lo primero en lo que nos conviene pensar si queremos desarrollar un uso constructivo de nuestro cuerpo en actividad.
No estamos diseñados para permanecer estáticos ni para encontrar una postura correcta para realizar cada una de nuestras actividades, sino para permitir una libertad de movimiento determinada que nos facilite adaptarnos a nuestras necesidades en cada momento. El control que buscamos es el de permitir que algo ocurra en lugar de "hacer" que ocurra. Después de todo, cuanto más compleja sea la coordinación que necesitamos para nuestra actividad, mayor libertad requerimos.
La postura y el pensamiento
Durante su exploración, Alexander se dio cuenta de que tendemos a vivir tomando como referencia nuestras experiencias pasadas. Si de pequeños nos enseñaron a "corregir" nuestra postura poniéndonos derechos y tensando la espalda, esa será nuestra referencia de "buena postura" para toda la vida.
El trabajo de la Técnica Alexander tiene una forma distinta de ver este concepto, ya que incluimos dentro de la idea de postura la libertad, la suavidad de movimiento y la estatura completa. También tomamos en cuenta el estado emocional como una parte integral de nuestra organización y coordinación corporal.
La suavidad, la coordinación y el equilibrio que buscamos son un resultado indirecto de la práctica de los principios de la técnica. La idea de conseguir una postura correcta ubicando la cabeza en una posición específica es una mala interpretación muy común; es un ejemplo perfecto de un principio al que llamamos “persecución de objetivos”.
El descanso constructivo: una herramienta imprescindible para la observación
Practicar el descanso constructivo es una excelente forma de notar la tensión innecesaria que aplicamos en nuestras actividades. Realizar esta práctica varias veces al día nos ayuda a identificar las partes del cuerpo que creemos que debemos tensar con la finalidad de conseguir los objetivos que buscamos (como puede ser tocar las notas correctas de una obra musical o simplemente sentarnos “derechos"). Así, empezamos a desarrollar la capacidad de poner atención en dichas partes mientras estamos en actividad, con la finalidad de observar cuánta tensión estamos generando y considerar si realmente la necesitamos.
Si no conoces esta maravillosa herramienta, puedes ver el artículo que escribí al respecto; allí encontrarás un tutorial que explica cómo practicarla y algunas recomendaciones para empezar: [Ir al artículo del descanso constructivo].
El descanso constructivo es una herramienta excelente para empezar a observarnos, pero es solo el comienzo del camino.
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