Nuestros sentidos somáticos

NEUROCIENCIA Y ANATOMÍA

Los sentidos somáticos: la base corporal para la percepción y el movimiento

En el estudio del cuerpo humano, solemos asociar los sentidos con aquellos que nos conectan con el mundo exterior: la vista, el oído, el gusto y el olfato. Sin embargo, existe otro conjunto de sentidos, igual de esenciales, que operan desde el interior y a través de nuestra piel. A estos se les conoce como sentidos somáticos, y conforman una red compleja de receptores que nos permiten percibir el entorno de una forma más íntima: desde la presión de un objeto en la mano hasta la posición exacta de nuestros brazos al cerrar los ojos.

Cada uno de estos sentidos responde a tipos específicos de células sensoriales distribuidas por todo nuestro cuerpo, y juntos construyen una percepción detallada de nuestro estado físico y espacial. En este artículo, haremos un recorrido breve pero claro por los principales sentidos somáticos y sus funciones en la vida cotidiana.

Tacto

El sentido del tacto nos permite percibir estímulos mecánicos a través de la piel, como la presión, la vibración o el contacto. Esta información es enviada al cerebro por medio de diferentes tipos de receptores cutáneos, cada uno especializado en una forma particular de estímulo: presión leve, presión profunda, presión sostenida, desplazamiento de vello (flexión del folículo piloso) y vibraciones.

En nuestra vida diaria, el tacto es el sentido somático que más utilizamos de forma consciente: desde sentir el teclado bajo los dedos hasta detectar la textura de una tela.

Nota: El folículo piloso es la estructura dérmica que rodea la raíz del cabello. Alberga células madre y es responsable del crecimiento capilar. Es una de las estructuras más dinámicas del cuerpo humano.

Termocepción

La termocepción es la capacidad de detectar cambios de temperatura en el entorno o en el cuerpo. Los termorreceptores ubicados en la piel responden específicamente a estímulos térmicos, distinguiendo entre frío y calor.
Cuando sentimos el ardor del sol sobre la nuca o el enfriamiento que produce un cubo de hielo en la boca, estos receptores están en acción. Cabe destacar que cuando una temperatura se vuelve extrema (ya sea muy alta o muy baja), entran en juego los receptores de dolor, generando una sensación de quemadura o congelamiento.

Además de la piel, nuestros órganos internos también cuentan con termorreceptores, los cuales ayudan al cerebro a monitorear y regular la temperatura corporal en todo momento.

Nocicepción

La nocicepción es el sentido encargado de detectar el dolor, una señal vital de que algo no está bien en nuestro organismo. Los nociceptores son terminaciones nerviosas especializadas en identificar distintos tipos de estímulos nocivos, como daño mecánico, térmico o químico.

Existen varios tipos de nociceptores, cada uno asociado a una modalidad específica del dolor: dolor punzante, dolor por quemadura, irritación química, dolor articular o profundo, así como sensaciones relacionadas como cosquilleo y comezón.
El dolor, aunque desagradable, cumple una función protectora indispensable: alerta al cuerpo sobre posibles lesiones o desequilibrios fisiológicos.

Propiocepción

La propiocepción es el sentido que nos permite percibir la posición, el movimiento y la orientación de nuestro cuerpo en el espacio, incluso con los ojos cerrados. Este sistema sensorial es fundamental para la coordinación motora y el equilibrio.

Se compone de dos principales tipos de receptores:

  1. Receptores musculares y tendinosos, que detectan el estiramiento y la tensión. Gracias a ellos, el cerebro puede localizar nuestras extremidades en el espacio y ajustar su movimiento con precisión.

  2. Receptores articulares, que se encuentran en los cartílagos de las articulaciones. Estos proporcionan información sobre la carga, la rotación y el deslizamiento, permitiendo que el cerebro calcule la velocidad y dirección del movimiento.

Sin la propiocepción, nuestras acciones más simples —como caminar o escribir— serían imposibles de ejecutar con fluidez.

Balance (Sentido vestibular)

A diferencia de otros sentidos somáticos, el equilibrio no se basa en receptores distribuidos por todo el cuerpo, sino en un sistema altamente especializado localizado en el oído interno: el aparato vestibular. Este sistema detecta cambios en la posición de la cabeza y movimientos del cuerpo, permitiéndonos mantener la orientación y estabilidad.

Aunque suene contradictorio, el sentido del equilibrio forma parte del grupo de los sentidos somáticos debido a su función esencial en la percepción corporal y, sobre todo, por su antigüedad evolutiva.

El sistema vestibular está presente en todos los vertebrados y ha existido por más de 500 millones de años, lo que lo convierte en uno de los sentidos más antiguos del reino animal.

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