Los mapas invisibles
NEUROCIENCIA Y ANATOMÍA
Felipe Bojórquez Espinosa
Cómo nuestro cuerpo se representa en el cerebro
Si te preguntaran si tu mano te pertenece, probablemente responderías de manera natural que sí. Sin embargo, desde la perspectiva de la neurociencia, la respuesta es más compleja: ¿Cómo sabes que esa mano es realmente tuya? ¿Cómo sabes que tienes un cuerpo? ¿Qué te hace pensar que lo posees, que te pertenece? ¿Cómo puedes estar seguro de dónde comienza y dónde termina? ¿Cómo logras hacer un seguimiento constante de su posición en el espacio?
Un ejercicio para sentir tu propio cuerpo
Te invito a realizar este pequeño ejercicio: imagina una línea recta que recorre el centro de tu cuerpo, dividiéndolo en dos mitades: izquierda y derecha. Usando tu mano derecha, presiona suavemente diferentes partes del lado derecho de tu cuerpo:
Mejilla
Hombro
Oreja
Muslo
Rodilla
Logras distinguir esas partes de tu cuerpo porque cada una de ellas está fielmente representada en un mapa bidimensional de tejido neural ubicado en el hemisferio izquierdo de tu cerebro, especializado en el tacto. Lo mismo ocurre en el lado opuesto: cada "parte" de tu cuerpo se refleja en un área correspondiente en el hemisferio derecho.
Nuestro cerebro conserva un mapa detallado de toda la superficie de nuestro cuerpo, con representaciones específicas para cada dedo, mano, mejilla, labio, ceja, hombro, cadera, rodilla, y todas las demás partes.
El concepto de mapa corporal
Un mapa es, básicamente, un esquema que establece una correspondencia directa entre dos entidades diferentes. Como en un mapa de carreteras, cada punto en el mapa se corresponde con una ubicación en el mundo real, y los puntos adyacentes representan lugares adyacentes en la realidad. Lo mismo sucede con los mapas del cuerpo en nuestro cerebro.
El entorno externo y la anatomía de nuestro cuerpo se mapean de manera precisa en el tejido cerebral. Así, las relaciones espaciales de la superficie de nuestro cuerpo se preservan en el mapa del tacto: el mapa del pie está junto al de la espinilla, que está junto al del muslo, y así sucesivamente. Cada vez que alguien nos da una palmada en el hombro, las células nerviosas en esa región del mapa se activan. Cuando nos ponemos un zapato, se activa la parte correspondiente de nuestro mapa del pie. Y cuando nos rascamos el codo, se activan tanto la región del codo como la de las yemas de los dedos.
Estos mapas son nuestra ventana física al mundo, el canal por el que fluye toda la información táctil cruda hacia nuestro cerebro.
Vías de información
La información táctil es captada por receptores especiales en todo el cuerpo, que la canalizan a través de la médula espinal hacia el cerebro a través de dos vías principales.
La más antigua de estas vías transmite información sobre el dolor, la temperatura, la picazón, el cosquilleo, la sensación sexual, el tacto crudo (como saber que te golpearon la rodilla, pero sin la precisión para diferenciar entre un frijol y una piedra) y el tacto sensual, como las caricias suaves que fueron fundamentales para el desarrollo de nuestro mapa corporal cuando éramos bebés.
La vía más reciente, desde un punto de vista evolutivo, lleva información sobre el tacto fino, como el que necesitamos para enhebrar una aguja o pasar una página de un libro, y sobre la posición y localización de los receptores que están en nuestras articulaciones, huesos y músculos.
Cuando estas señales sensoriales llegan al cerebro, se combinan para crear sensaciones complejas como la humedad, la suavidad, la elasticidad o la vellosidad. Lo mismo ocurre con las diversas formas de dolor. A través de una mezcla de señales táctiles y dolorosas, experimentamos una rica variedad de sensaciones desagradables, como el ardor de una quemadura solar, el dolor agudo del síndrome del túnel carpiano, el dolor punzante de una herida, o la incomodidad de una cicatriz que pica.
El mapa motor
También tenemos un mapa motor primario, que nos permite realizar movimientos. Este mapa no recibe señales de la piel, sino que envía señales de salida hacia los músculos. Al igual que el mapa táctil, este mapa motor está ubicado en ambos hemisferios del cerebro. Es esencial para coordinar los movimientos finos y asumir posiciones complejas en el espacio, como al bailar, hacer yoga, nadar, correr, tocar un instrumento o cantar.
Cuando movemos todos los dedos del pie, las áreas correspondientes de nuestro mapa motor se activan. Al sacar la lengua, las regiones correspondientes de la lengua y la mandíbula también se activan.
Gracias a este mapa, las tareas de coordinación motriz, principalmente inconscientes, se realizan sin esfuerzo.
El mapa de las emociones
Finalmente, en otra parte del cerebro, existe un mapa visceral primario, que es diferente pero igualmente crucial, ya que representa todas las partes internas de nuestro cuerpo. Está formado por fragmentos neurales que corresponden al corazón, los pulmones, el hígado, el estómago, los intestinos y otros órganos internos. Este mapa está especialmente desarrollado en los seres humanos y nos da un acceso único a las sensaciones internas de nuestro cuerpo, algo que pocas otras especies experimentan.
Sentimos emociones como el enojo, el asco, la tristeza, la alegría, la vergüenza, entre otras, gracias a este mapeo corporal. Las entradas viscerales a nuestra psique son la fuente de una conciencia emocional profunda y vívida, algo que pocas criaturas pueden experimentar.
La actividad en este mapa es la voz de nuestra conciencia, la melodía de nuestra existencia y la raíz de nuestro sentido del "yo", moralmente sensible.
Bibliografía utilizada como referencia:
«The body has a mind of its own» Sandra y Matthew Blakeslee, (2008)
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