Naturalmente, no-hacer es un tipo de hacer, pero es muy sutil. La diferencia es que al hacer, lo haces, mientras que al no-hacer, ello te lo hace. Aquellos de ustedes que nunca han tenido experiencia práctica de la Técnica Alexander probablemente encontrarán esto difícil de entender”.

-Patrick McDonald

Mi clase empieza, la profesora me pide amablemente que me siente en una silla que ha colocado detrás mío; prosigo a sentarme de la manera en la que acostumbro hacerlo: contraigo el cuello y tiro la cabeza hacia atrás, flexiono las rodillas y me llevo la pelvis hacia delante al mismo tiempo que saco ligeramente el pecho y tiro la pelvis hacia atrás, curvando mi espalda baja y probablemente restrinja la respiración y apriete un poco los brazos… todo esto en un instante y sin darme cuenta. Repito el mismo patrón cuando me pongo de pie.

Entonces, estando parado, la profesora me invita a sentarme de nuevo pero me pide que pare un poco y que resista la tentación de sentarme como lo hago habitualmente, que olvide la idea de que me voy a sentar… esto resulta muy confuso para mi ¿cómo puedo simplemente olvidarme de que me voy a sentar, si sé que lo voy a hacer? En lugar de sentarme, debo prestar mucha atención a las indicaciones de la profesora, que me invita -con la mano que tiene puesta en mi nuca- a hacer algo a lo que le llama “soltar” pero que no tiene nada que ver con “relajar”.

Así, la clase continúa y mientras los minutos pasan, empiezo a notar la gran incapacidad que tengo de realizar los pedidos de la profesora… no puedo “soltar” ni las rodillas ni la cabeza ni el cuello ni nada. Me observo parado, entregado al estímulo al que me invitan sis manos y ahí entiendo esa nueva idea de “soltar” pero cuando me dispongo a sentarme… boom… el patrón ocurre de nuevo sin que yo pueda (aparentemente) hacer absolutamente nada para frenarlo. No soy capaz de controlar acción de sentarme en la silla, pareciera que es mi patrón el que toma la decisión de cómo me voy a sentar, siento como si el patrón tuviera vida propia y no me dejara decidir lo que quiero hacer.

Esta descripción podría ser muy cercana a lo que cualquiera que haya tomado clases de Técnica Alexander puede decir de su primer clase.

Con el tiempo fui entendiendo que eso que podía “hacer” para empezar a observar mis patrones es algo a lo que Alexander le llamó “inhibición”.

La inhibición no consiste en “hacer algo nuevo”, sino en “no hacer algo viejo”. Es la actividad del “no-hacer”, significa no usar tensiones “no constructivas”. No-hacer no significa que debemos ponernos blanduchos o colapsados con la intención dejar nuestro peso “muerto”.

La inhibición entonces, tendría que ser el primer paso en la secuencia de acontecimientos que conducen a cualquier actividad y tiene un elemento temporal muy importante, la inhibición requiere tiempo para parar y pensar, es una pausa llena de actividad. A menudo no nos damos cuenta de cuán grande es nuestro hábito de no esperar realmente. La espera es una herramienta de aprendizaje invaluable.

El tiempo, entonces, es un elemento de la inhibición, pero no la define; no es simplemente la suspensión o represión temporal de una actividad, es la suspensión del propio deseo de actuar, con la finalidad de tener espacio para dirigir ese deseo hacia una actividad constructiva que resulte (o no) en el deseo inicial.

Ahora bien, decir que la inhibición precede a la acción no quiere decir que se detiene una vez que la acción tiene lugar, la inhibición es una actividad continua y, como el propio estímulo de la vida es continuo, hay un aporte infinito de reacciones habituales a ser inhibidas a cada momento.

Por supuesto, casi todos estamos de acuerdo con la idea de detenernos a pensar antes de reaccionar, pero esto asume en general la forma de un consejo meramente intelectual. No recibimos un entrenamiento práctico y sistemático para parar de una forma consciente y, en consecuencia, no aprovechamos todo el potencial de nuestra capacidad inhibitoria para mantener nuestro equilibrio psicofísico.

Las clases de Técnica Alexander están diseñadas para desarrollar esa capacidad inhibitoria, poniendo en actividad a todo el organismo. Durante las primeras clases, la principal responsabilidad del alumno consiste en evitar toda reacción innecesaria a las manos del profesor, abandonando todo intento de “ayudarle” y de “hacerlo bien”. Con las manos, el profesor de Técnica Alexander puede mostrarle al alumno las distintas maneras en las que está impidiendo su funcionamiento consciente. A medida que el alumno aumenta su percepción de estas pautas posturales, también aumenta las posibilidades de decirle que “no” al hábito. Así, el alumno cultiva su capacidad para dejar de reaccionar de la forma habitual, en palabras de Alexander:

En resumidas cuentas, todo consiste en inhibir una reacción determinada ante un estímulo dado. Pero nadie quiere verlo así. Piensan que todo consiste en sentarse y levantarse en la forma correcta, pero no se trata de eso. ¡Se trata de que el alumno decida lo que consentirá o no consentirá hacer!”i

i F. M. Alexander, Man’s Supreme Inheritance

Libros recomendados:

  1. El Uso de si mismo (F. M. Alexander)
  2. Control Consciente y Constructivo del Individuo (F.M. Alexander)
  3. La Suprema Herencia del Hombre (F.M. Alexander)
  4. El aprendizaje de la Técnica Alexander (Barbara Conable)